Del Japón imitador al Japón investigador

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La idea de que Japón se limita a copiar y desarrollar lo que inventan otros ya no se podrá mantener en el futuro, si tiene éxito el plan de investigación aprobado por el gobierno. Este plan quinquenal prevé invertir el doble de dinero público en investigación fundamental científica y tecnológica. A su vez, las empresas niponas orientan las inversiones hacia Asia, más que a Europa y a Estados Unidos. Seguramente Japón busca consolidarse como el primer motor económico de la zona.

El plan para renovar la investigación científica básica aumentará los intercambios con otros países, y mejorará los contactos entre la industria y la universidad japonesas. Dos leyes aprobadas el año pasado configuran el cambio: una, para el desarrollo de nuevas pequeñas y medianas empresas de innovación (se han creado ochocientas sociedades de investigación); la otra promueve propiamente la inversión en investigación científica básica. Con este último objetivo, las ayudas estatales pasarán del 0,56% al 1% del Producto Interior Bruto, lo que significa en cinco años 17 billones de yenes (19,7 billones de pesetas).

En conjunto, Japón gasta en investigación el 2,8% de su PIB -un 80% financiado por empresas privadas, y el 20% por el Estado-. Tal porcentaje supera al de Estados Unidos. Pero sucede que gran parte del dinero se destina a desarrollar productos nuevos que son copia mejorada de tecnologías ajenas, y no se invierte tanto en investigación científica y tecnológica pura. Prueba de esto -señala Le Monde (9-VII-96)- es que Japon ha recibido sólo cinco premios Nobel de ciencias, frente a los 175 de Estados Unidos.

El plan de impulso de la investigación fundamental debe de ser parte de una estrategia. Pues, por un lado, el gobierno advierte que la fuerte competencia de Taiwán y de Corea del Sur en el mercado de productos-copia descarta volver al «monopolio» asiático de antaño. Por otra, Japón va desplazando gran parte de sus inversiones extranjeras desde Occidente hacia Asia. Con la subida del yen y el desarrollo de los países vecinos, muchas empresas japonesas abrieron filiales en otros países. Y en 1993 Japón ya era el primer inversor en Asia, sobre todo en China. Ese año sus empresas invirtieron en el continente más que las norteamericanas y las europeas juntas: 65 millardos de dólares.

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