Cultivos transgénicos: Brasil acelera, Francia teme

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La creciente extensión de los cultivos transgénicos no ha apagado la polémica que los acompaña. En este caso, son algunos países en desarrollo los que ven con más optimismo las posibilidades de estos cultivos, mientras que algunos países europeos están parapetados tras el principio de precaución para justificar sus reservas. Brasil y Francia son dos exponentes radicales de estas posturas.

Brasil es la tercera nación del mundo con más extensión de cultivos transgénicos, tras EE.UU. y Argentina. Tiene 15 millones de hectáreas, lo que supone un 13% del total mundial (144,3 millones). Pero además está experimentando un crecimiento récord de estos cultivos y las perspectivas de ir a más son grandes en un país con 850 millones de hectáreas cultivables.

El principal cultivo de este tipo es la soja, que ocupa ya 12 millones de hectáreas, y en buena parte se exporta. El año pasado el 60% de la soja producida era transgénica, y en algunos estados ha llegado al 95%.

El segundo cultivo en orden de importancia es el algodón, cuya variedad transgénica supone ya el 50% del total.

En cuanto al maíz, se acaban de aprobar para su cultivo y comercialización dos variedades transgénicas, que de hecho ya estaban introducidas por los agricultores. Y los productores de semillas transgénicas se preparan ya para que se autorice una variedad de la caña de azúcar. Las multinacionales líderes en semillas transgénicas (Monsanto y Bayer) se benefician en Brasil de un clima político favorable, ya que tanto el Ministerio de Agricultura como el de Ciencia son partidarios de estos cultivos.

En Francia, en cambio, cualquier cambio legal sobre los cultivos transgénicos es motivo de enconada polémica. Se está discutiendo ahora en la Asamblea Nacional un proyecto de ley sobre los cultivos transgénicos para aplicar en la legislación francesa una directiva de la UE, que fija los principios de libre decisión de los agricultores para cultivar o no plantas transgénicas.

El proyecto del gobierno se limitaba a decir que los cultivos transgénicos deberían “respetar el medio ambiente y la salud pública”. Pero después de horas de debates apasionados, la Asamblea adoptó una enmienda de un diputado de la oposición, apoyada también por algunos diputados de la mayoría, que limita mucho más la libertad de cultivos transgénicos. La enmienda estipula que las plantas transgénicas solo pueden cultivarse respetando “las estructuras agrícolas, los ecosistemas locales, y las ramas de producción y comercialización calificadas como ‘sin organismos genéticamente modificados’”.

Esto da una base jurídica para la exclusión de los cultivos transgénicos de ciertas zonas del territorio. A la oposición le preocupa sobre todo el riesgo que a su juicio supone la diseminación del polen de los cultivos transgénicos sobre los cultivos que llevan el marchamo de agricultura biológica. La aprobación de la enmienda, gracias al apoyo de algunos diputados de la mayoría que hicieron bascular el resultado, ha irritado al gobierno de François Fillon, que ha anunciado su intención de que sea suprimida en segunda lectura a su paso por el Senado.

En Francia los cultivos transgénicos solo ocupan 50.000 hectáreas dedicadas al maíz. Y no parece fácil que la extensión aumente en la situación actual. Frente a la legislación comunitaria, Francia invocó la cláusula de salvaguardia frente a una variedad de maíz transgénico (MON 810) y suspendió su cultivo en 2008.

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