La forma en que pagamos los bienes y servicios que consumimos está dando un vuelco radical en algunos sitios. De ser una opción, el pago con tarjeta o –aún más moderno– mediante apps digitales, va tomando visos de ser, en países como Suecia, casi mandatorio. Herramienta imprescindible para el comercio electrónico, remedio contra atracos, pero también contra la evasión fiscal; garantía de rapidez en las transacciones y de evitación de desplazamientos físicos, son algunas de las bondades del sistema, que habría que afinar y adaptar a los contextos para no acabar perjudicando a los sectores más vulnerables.
Por comodidad los consumidores pagan cada vez más con tarjeta, y los Estados ponen límites a las compras en efectivo. Pero la sociedad sin moneda supone también restricciones de la libertad y de la privacidad.
A pesar de ser un país en desarrollo, en Kenia casi todos los adultos tienen móvil y lo usan para hacer transacciones sencillas.
Para luchar contra la economía sumergida e impulsar los pagos por banco, el gobierno indio ha impuesto un canje masivo de billetes.