De la moral a la psicología

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Dennis Prager, periodista radiofónico estadounidense, comenta la tendencia a diluir la ética en la psicología (The Wall Street Journal, 7-V-98).

(…) Estados Unidos se ha convertido en un enorme grupo de apoyo psicológico. Se supone que hemos de apoyar a nuestros conciudadanos, por antisociales que sean, y no juzgarlos. Se ha rebajado el límite de lo anómalo (…), y cuando los anómalos se confiesan en público, son aplaudidos, como ocurre en algunos programas de televisión.

Esta concepción de la vida se puede resumir en unos pocos principios fundamentales:

– Las explicaciones psicológicas se imponen sobre los criterios morales. Desde los años 60, las palabras bueno y malo han sido expurgadas en gran medida del léxico de la gente sofisticada. En lugar de ellas, emplean sano y patológico. Por eso se espera que mostremos comprensión por los que cometen acciones malas: al fin y al cabo, ellos no son responsables de su patología. (…)

– Los sentimientos importan más que la conducta. Hace tiempo, cuando mi hijo mayor tenía dos años, un día que estaba jugando en el parque, vino un niño de cinco años y le tumbó en el suelo de un empujón. La madre del chico, al ver lo que había hecho su hijo, corrió hacia él y le dijo: «Cariño, ¿te pasa algo?». Lo único que yo sabía de esa mujer es que tenía estudios superiores. Es preciso aprender a reaccionar como ella hizo. Cualquier madre de una generación anterior habría reñido severamente al niño.

– La autoestima es más importante que el autodominio. Esta sustitución del carácter por la psicología es no sólo moralmente erróneo, sino también estúpido. Se cree que los niños con elevada autoestima actuarán de modo más responsable, cosa de la que se puede demostrar que es falsa. (…) Lo prueba el psicólogo Roy Baumeister en su reciente libro Evil. El Prof. Baumeister ha dedicado su carrera al estudio de los delincuentes violentos, los asesinos en particular. Propone una lista de cuatro rasgos básicos característicos de los criminales: uno de ellos es la autoestima elevada.

– No merecen oprobio quienes cometen el mal, sino quienes lo condenan. (…) Antes se daba por supuesto que las personas de principios tenían el deber de hacer juicios morales. En nuestra nueva época, los que juzgan la conducta inmoral -los que dan mayor valor a la moralidad que a la psicología- han de ser condenados.

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