Cuatro mujeres en la «cúpula» de una provincia canadiense

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La Isla Príncipe Eduardo, con 130.000 habitantes de habla inglesa, es la más pequeña de las diez provincias canadienses. Pero es la más grande del país, y quizá del mundo, desde el punto de vista de la participación femenina en la política. Allí son mujeres las que ocupan los cuatro puestos principales: gobernadora, primera ministra, jefa de la oposición y presidenta del Parlamento. Además, con ocho mujeres entre 32 diputados, es decir, un 25% de la asamblea, es el parlamento canadiense con mayor representación femenina. Pero no se trata de un bastión feminista, sino de la provincia que está considerada como la más tradicional.

El nuevo gobierno liberal, elegido el pasado marzo, está presidido por Catherine Callbeck, de 53 años, soltera. Esta hija de comerciantes obtuvo un título universitario en comercio en los años 60. Profesora de comercio, hizo dos incursiones en política en los años 70 y 90, y en el ínterin contribuyó a la expansión del negocio familiar.

Con esta formación, no es de extrañar que su estilo de gobierno sea reacio a la burocracia: en sus primeras semanas de gestión, ha reducido el número de ministerios de 13 a 8, y las empresas públicas de 14 a 10. A la hora de formar su gabinete tampoco ha creído necesario buscar de modo artificial un equilibrio de sexos: de hecho, en su gobierno sólo hay otra mujer.

Sus tres prioridades son objetivos tan universales hoy en día como la creación de empleo, la mejora del sistema de enseñanza y la reducción del déficit público. Otras banderas de algunos grupos feministas no son suyas. Su actitud respecto al aborto es reveladora: «Son los consejos de administración de los hospitales los que han tomado la decisión de no permitir el aborto en la isla y de no financiar los que se realizan en el exterior si no son efectuados en hospitales. La situación es satisfactoria y no se trata de cambiarla», declara Miss Callbeck a La Presse de Montreal. Postura compartida por Pat Mella, 49 años, jefa de la oposición conservadora: «Creo que el feto es un ser vivo, así que no hay por qué apoyar la subvención a la muerte de un ser vivo».

¿Cómo se explica que cuatro mujeres hayan llegado a la cima de la política en la más tradicional de las provincias canadienses? Unos lo atribuyen a un matriarcado propio de un sociedad rural: mientras los hombres trabajaban como pescadores, leñadores o granjeros, era la mujer la que se ocupaba de los asuntos de la casa y de la educación de los hijos. Por eso, la isla se basa en una tradición de mujeres fuertes, cuyo paradigma podría ser la gobernadora Marion Reid, de 64 años, profesora y madre de ocho hijos.

Otras explicaciones no necesitan remontarse a la tradición. «Las redes de influencia son menos poderosas aquí que en las grandes ciudades y por tanto las mujeres pueden subir más fácilmente a los puestos de mando, tanto en política como en otros aspectos», explica Pat Mella, profesora y madre dpe tres hijos.

A Catherine Callbeck, la participación de las mujeres en la política le parece una cosa tan normal que ni tan siquiera la concibe como una reivindicación. Si en la isla hay mujeres que son empresarias, taxistas o policías, es lógico que otras se dediquen a la política al máximo nivel.

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