Buenos días, tristeza. Adiós, ternura

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Ante el éxito comercial de un libro en el que la autora habla de su vida sexual con múltiples parejas, Jacques Duquesne comenta en La Croix (29 mayo 2001) el aire triste que respira este tipo de literatura.

«En este larga narración, muy aburrida a fin de cuentas, apenas hay sitio para el amor, tampoco para la ternura, algo más para el placer, aunque no tanto. Esta sexualidad es de una extraña tristeza».

Pero no es un fenómeno aislado, advierte Duquesne. La misma trivialización de la sexualidad está presente en muchas novelas, películas y espectáculos de hoy. «El cine ofrece a menudo, demasiado a menudo con complacencia, el espectáculo de relaciones sexuales tan mecánicas que no parece haber en ellas más pasión que en los ejercicios de gimnasia, tan repetitivos, que nos imponían en el colegio».

Pero «si uno protesta contra lo que se muestra y se dice, que a veces no es más que pornografía que no se atreve a decir su nombre, se denuncia la censura y se escribe que ‘la Francia del orden moral amenaza a la sociedad’. Como si fuera preferible el desorden inmoral».

El desnudo se instala también o se sugiere en las imágenes del exterior, en la calle. «Por supuesto -reconoce Duquesne-, en este tema la reflexión impone matices: el verdadero pudor no depende tanto de la longitud de un vestido como del comportamiento de la persona que lo lleva. Todo es cuestión de circunstancias, de sensibilidades».

Sin embargo, la misma proliferación del desnudo va acompañada de un declive de su poder erótico. Muchos psiquiatras, constata Duquesne, manifiestan que «el sexo, cada vez más en el escaparate, lleva a la indiferencia sexual o a la ansiedad de los que desesperan de obtener, en este aspecto, el mismo éxito que los personajes de los films, de los libros o de las casetes de vídeo».

«El placer se conjuga cada vez menos con el deseo, y el sexo con el amor. En 1965, una ministra sueca, Maj-Britt Walan, declaraba: ‘Hay que enseñar a la gente a servirse de su sexo como a manejar los cubiertos. Cuando se sabe estar a la mesa, no se piensa más en ello. Con el sexo debe pasar lo mismo, no plantearse más el problema. Por otra parte, nada está mal, nada es anormal». Sin duda tuvo éxito, ya que sexo rima hoy demasiado a menudo con tristeza».

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