¿Puede estallar la paz en África Oriental?

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Kampala. La capital de Uganda, Kampala, se embellece para el Congreso de la Commonwealth en el próximo noviembre, al que se espera que asista la reina Isabel II. Los niños pueden ir ahora a la escuela sin miedo, han desaparecido los habituales controles en caminos y carreteras y los hombres armados de las calles. Y por el momento hay paz en otros países de África Oriental que han sufrido guerras en los últimos años.

Hay una tregua entre el gobierno de Uganda y el Ejército de Resistencia del Señor (ERS), y las conversaciones en curso entre las dos partes auguran una solución para la guerra en el norte del país, que dura desde hace veinte años. La tarea pendiente es ahora la reconstrucción, para lo cual el Banco Mundial ha prometido 100 millones de dólares. Hasta el momento, se han beneficiado 110.000 personas entre ex combatientes, desplazados y otros secuestrados.

Burundi celebró elecciones democráticas el pasado año. Se ha firmado un acuerdo de paz entre el presidente y el Palipehutu, grupo rebelde. El país parece estable. Ruanda está recuperándose después del genocidio que tuvo lugar hace doce años. Los tribunales populares -los «gacaca»- están permitiendo a la gente manifestar sus miedos y tragedias, lo cual ha ayudado en el proceso de curación.

También han tenido lugar elecciones recientemente en la República Democrática del Congo, las primeras en 40 años y las primeras con diversidad de partidos políticos, en las que resultó vencedor Joseph Kabila (ver Aceprensa 136/06). El perdedor, Jean Pierre Bemba, aceptó la derrota sin muchos problemas. El Congo oriental ha dejado de ser la zona en guerra que era años atrás, aunque los rebeldes ruandeses que tomaron parte en el genocidio y miembros del ERS y sus líderes todavía campan libremente en la vasta jungla.

¿Será que sopla un viento de cambio sobre esta región de África, con su enorme riqueza minera y su rica tierra agrícola, que sólo ha conocido guerras, refugiados y devastación, especialmente durante los últimos veinte años? Los optimistas así lo afirman. Incluso los más escépticos admiten que hay signos de esperanza.

En diciembre tuvo lugar una reunión sin precedentes, organizada por la ONU, a la que asistieron los presidentes de Uganda, Kenia, Tanzania, Zambia, Burundi y la R.D. del Congo, y los primeros ministros de Somalia (el gobierno legítimo, no la Unión de Tribunales Islámicos) y Ruanda. Allí se firmó un acuerdo importante. No es perfecto, puesto que carece de mecanismos para hacer obligatoria su aplicación, pero ha sido asumido por un grupo de líderes que parecen determinados a hacerlo funcionar. El pacto se refiere a cuatro áreas fundamentales: paz y seguridad; democracia y buen gobierno; desarrollo económico e integridad regional, y cooperación humanitaria y asuntos sociales.

Se establecerá un centro regional para promover los derechos humanos y la educación cívica a través de la investigación y la formación. Los países miembros cooperarán en el desarrollo de las infraestructuras y lucharán contra la explotación ilegal de los recursos naturales, en un área cuya riqueza mineral es una de las mayores del mundo, lo que ha sido una de las principales causas de las tensiones. Se pondrán en marcha medidas para proteger a mujeres y niños de la violencia sexual o de otro tipo, y para asegurar la repatriación de los desplazados y la recuperación de sus propiedades.

Renunciar a acoger grupos insurgentes

Lo más presente en las mentes de algunos líderes fue la integridad territorial. Uno de los protocolos señala que ningún país miembro debería acoger grupos armados o insurgentes que participen en conflictos, violencia o rebelión contra el gobierno de otro Estado. Acordaron renunciar a cualquier forma de amenaza o uso de la fuerza como un medio para resolver las disputas, y abstenerse de invadir el territorio de los demás. Cualquier ataque armado contra uno de ellos será considerado un ataque a todos, y los otros deberán obligatoriamente salir en su defensa.

El nuevo secretariado regional se asentará en Bujumbura, la capital de Burundi, que junto a su vecino Ruanda, fue aceptado en la Comunidad de África Oriental de Kenia, Uganda y Tanzania sólo unos días antes del congreso. Excepto en algunas zonas de Uganda, se entiende el swahili y podría llegar a ser uno de los idiomas oficiales de trabajo entre los Estados miembros.

¿Significa esto una ruptura gradual con los lazos históricos, una menor dependencia cultural y económica respecto de las antiguas metrópolis (Francia, Gran Bretaña y Bélgica), e incluso una identidad regional, ahora que sospechas y viejas enemistades están desapareciendo?

Todavía queda mucho por hacer. La paz y la democracia no podrán llegar al Congo oriental y zonas del norte de Uganda hasta que las crisis humanitarias estén resueltas. Esto requerirá tiempo y dinero. Por ejemplo, a mediados del pasado año, había cerca de un millón de niños en campos de refugiados del norte de Uganda. El peor lugar para ser niño está cerca de Darfur, donde no parece haber una rápida solución, y donde las cosas no van nada mejor.

Sin embargo, la evolución tiene buen aspecto. A lo largo de este mes de enero, el gobierno egipcio hospedará un encuentro de los diez países de la cuenca del Nilo y su nacimiento, el lago Victoria, para elaborar un tratado sobre el uso de las aguas del gran río. Desde 1929, el agua estaba reservada para el riego y la electricidad de Egipto y Sudán, mientras que el resto de países tenía que mendigarla a Egipto. Ahora, algunos países saldrán ganando, Tanzania especialmente, cuyas fronteras contienen la mitad del lago Victoria.

Martyn Drakard

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