Los zaireños sobreviven en el caos

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Una crónica de James Rupert desde Kinshasa describe cómo en Zaire la vida sigue a espaldas del Estado, que prácticamente no existe (International Herald Tribune, 27-II-97).

En el inmenso arrabal de Kimbanseke, el Estado, casi ausente, «ha abandonado las funciones que antes cumplía», dice Antoine Mavangu. Pero se ha logrado poner algunos parches, gracias a una mezcla de espíritu empresarial, voluntariado cívico y acción de las Iglesias.

El hospital en que Mavangu trabaja de administrativo está dirigido por una Iglesia, al igual que una de las escuelas del barrio. Otra escuela está a cargo del Ejército de Salvación. Los propios vecinos, de vez en cuando, se ocupan de limpiar las calles y las cunetas. Para llamar por teléfono, la gente acude a cabinas de pago instaladas por particulares abonados a los servicios privados de telefonía móvil, que han sustituido en gran medida a la red telefónica pública.

Antes, el gobierno mantenía en la capital un sistema de transporte público. Ahora, la gente se mueve por el equivalente de unos pocos centavos en desvencijados microbuses particulares que recorren, atestados y dando resoplidos, las vías principales. Kinshasa da la impresión de ser el lugar adonde van a morir todas las Volkswagen viejas y asmáticas del mundo.

(…) En un acto espontáneo de rebeldía contra los corruptos dirigentes de este país, los zaireños se han negado a aceptar o usar los billetes de altísimo valor nominal (de cien mil a un millón de zaires) emitidos por el gobierno a principios de 1997. Muchos dicen que antes, en ocasiones semejantes, los altos cargos públicos amasaron enormes beneficios acumulando paquetes de billetes nuevos antes de que se pusieran en circulación. «Después, a las pocas horas de que se anuncie la emisión de los billetes -explica Bruno Lokuta Lyengo, de la organización en favor de los derechos humanos Voz de los Sin Voz-, los ministros van a los mercados de divisas y compran grandes sumas de moneda extranjera, y las meten en sus cuentas bancarias. Pero esta vez, la gente no va a aceptar los billetes nuevos».

(…) Los zaireños dicen, en broma, que el hundimiento del gobierno les ha puesto por delante de los países vecinos en un aspecto. Ahora que el socialismo está pasado de moda en África, tras la caída en Europa oriental, muchos Estados africanos están empezando, a regañadientes, a privatizar el transporte público, la sanidad, el suministro de energía o la red telefónica. En Zaire, dicen, todo eso ha ocurrido ya por deserción del Estado.

(…) De las pocas funciones que sigue realizando el Estado en gran parte de la capital, la principal es la de policía, dice Eugene Mutombo, activista de Voz de los Sin Voz. «La gendarmería ayuda a veces», explica. Pero el efecto más visible, con gran diferencia, de la acción estatal en la seguridad pública es «la criminalidad en el ejército», que es «la mayor causa de violencia y bandidaje que hay en Zaire».

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