Los enfrentamientos en Nigeria no son un simple conflicto de religión

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Lagos. Una vez más, Nigeria ha sido escenario de violentos disturbios que con cierto simplismo se han descrito como enfrentamientos religiosos entre musulmanes y cristianos. Los choques, iniciados en el estado de Plateau y luego reproducidos en Kano, al norte, han sido entre una etnia musulmana y otras cristianas; pero en este y otros casos, la religión no explica todo.

Plateau, que ocupa el centro del país, es una región de clima templado y, hasta no hace mucho, pacífica. Desde antiguo ha habido disputas entre los pobladores originarios, los tarok y los birom principalmente, en su mayoría cristianos y agricultores, y la minoría emigrada desde el norte, ganaderos nómadas de la etnia hausa-fulani, musulmanes. Pero Plateau no conoció derramamiento de sangre hasta septiembre de 2001, a raíz de las tensiones surgidas entre cristianos y musulmanes por la implantación de la ley islámica en doce estados del norte, donde se concentran los hausa-fulani. Desde entonces se han producido esporádicos episodios de violencia; los recientes tumultos en Yelwa y Wasse, al sur del estado, han sido los más graves, con el resultado de unos 200 muertos.

Según una versión, los enfrentamientos en Plateau se iniciaron el 2 de mayo cuando unos jóvenes hausas armados dispararon contra los habitantes de un pueblo cercano a Yelwa. Luego un grupo de tarok persiguió a los agresores hasta esta ciudad, donde se tomaron venganza por la muerte de 49 cristianos en marzo pasado. Al cabo de unos días, la noticia de que los hausas habían sido atacados en Plateau provocó represalias en Kano contra las tribus minoritarias cristianas, con más muertes y destrucción. Kano es un estado del norte, de mayoría hausa y uno de los que han implantado la ley islámica.

Como las etnias no norteñas son en su mayoría cristianas, es una simplificación corriente decir que estos choques son entre musulmanes (identificados con los hausa-fulani) y cristianos (los otros). Además, la religión sirve de conveniente pretexto cuando los musulmanes radicales quieren incitar al odio. Tras el brote de violencia en Plateau, el gobernador de Kano, Ibrahim Shekarau, recibió a los participantes en una manifestación de protesta. Aunque insistió en que no se atacara a inocentes, enardeció a los manifestantes animándoles a estar dispuestos a dar la vida por su honor y sus derechos de musulmanes. Tal vez envalentonada por esta soflama, la turba se aplicó a matar y destruir.

Los desórdenes de Plateau tienen también una dimensión política. Del estado han salido numerosos personajes influyentes, como militares retirados que poseían -y aún poseen- mucho poder. Gran parte de ellos pertenece al Partido Demócrata Popular (PDP), el del presidente del país, Olusegun Obasanjo, y el que gobierna en el estado. Pero tras las últimas elecciones (2001), que según la creencia general fueron amañadas, algunos de esos peces gordos abandonaron el PDP y se pasaron al competidor Partido de Todos los Pueblos de Nigeria (ANPP). En Plateau, la gente empezó a llamar al ANPP el «partido musulmán» y al PDP, el «partido cristiano». Esto favorece que las rivalidades políticas se tiñan de interpretaciones religiosas.

Las raíces del conflicto

Pero las raíces del conflicto son otras: el uso de las tierras, cuestiones en torno a la autoridad de los jefes tradicionales y sobre todo la desconfianza mutua entre las comunidades. Así lo ha reconocido el presidente de una comisión oficial creada para investigar los últimos sucesos. También el presidente Obasanjo hizo un diagnóstico parecido al declarar el estado de emergencia en Plateau. En la carta remitida al Senado para pedir la ratificación de la medida, Obasanjo alude a las viejas disputas entre los distintos grupos de Plateau, pero señala que hasta 2001 las tensiones estaban bajo control. Luego, añade el presidente,»los violentos enfrentamientos por motivos económicos tomaron un cariz étnico y religioso, y han culminado en el desastre que ahora presenciamos». Obasanjo acusó al gobierno del estado de incompetencia para manejar la crisis, motivo por el que decidió además suspenderlo de sus funciones, también con la aprobación del Senado, aunque esta segunda medida no está prevista en la Constitución.

Por su parte, el arzobispo católico de Abuja y presidente de la Conferencia Episcopal de Nigeria, Mons. John Olorunfemi Onaiyekan, ha dicho que «es demasiado simplista definir estos enfrentamientos como conflicto de religión». La causa principal está en las rivalidades étnicas, pero se trata de «un fenómeno bastante reciente», pues «durante muchos años han convivido pacíficamente comunidades de distintas etnias y religiones». Ahora, podríamos añadir, la diferencia está en que los políticos de los estados explotan demagógicamente las identidades étnicas para ganarse a sus respectivas mayorías electorales. En toda Nigeria se ha extendido, entre los grupos nativos o predominantes de cada estado, la idea de que los demás son «extranjeros». Es un fenómeno preocupante en este país donde hay unas 370 tribus.

Ahora todo el país espera y observa. Aunque los demás gobernadores han aprobado las medidas tomadas en Plateau, no dejan de temer que lo mismo les ocurra a ellos. El propio Obasanjo ha advertido al gobierno de Kano que podría ser el siguiente. La gente espera que esto sirva para cortar los conflictos, por el temor a que se extiendan a todo el país por efecto dominó. Los partidarios de reformas radicales han tomado ocasión de los últimos sucesos para insistir una vez más en que se convoque una conferencia nacional para que los nigerianos hablen y decidan cómo se debería repartir el territorio y los recursos del país.

Eugene Agboifo Ohu

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