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La crisis en versión africana

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Aunque la economía africana quedó al margen de los activos tóxicos del sector financiero occidental, los efectos de la crisis se están haciendo sentir por el descenso de los precios de las materias primas de exportación. A falta de poder lanzar, como los países ricos, fuertes programas de reactivación económica, los países africanos no han sido olvidados en la reciente reunión del G-20, que aprobó un paquete de financiación especial para los países pobres.

La crisis se contagia a los países africanos por un descenso de la actividad económica mundial, que provoca una caída de la demanda de materias primas, con el consiguiente descenso de los precios y de los ingresos para los países productores. En consecuencia, África, que había tenido en 2008 un apreciable crecimiento de un 5,4%, se enfrenta a unas previsiones de solo un 3% para 2009. Países como Angola, Nigeria, República Democrática del Congo o Sudán, que confiaban en los ingresos petroleros y de otras materias primas, ven ahora frenadas sus perspectivas de crecimiento. Basta que la tasa de crecimiento retroceda un punto, para que la tasa de pobreza aumente dos.

Es de temer también que los inversores extranjeros se retraigan de poner sus capitales en estos países de economía aleatoria, donde hay tantas oportunidades como riesgos. Por si fuera poco, los trabajadores emigrados a los países ricos que pierden su empleo por la crisis, ya no están en condiciones de enviar dinero a su país de origen. Y en algunos casos las remesas de emigrantes representaban entre el 15% y el 20% del PIB.

Un paquete de financiación especial

Los países africanos tampoco tienen capacidad para movilizar recursos y lanzar masivos planes de relanzamiento de la economía, como han hecho los países ricos. No tienen superávit fiscal ni capacidad de endeudamiento.

En estas condiciones, el G-20 ha ofrecido una bombona de oxígeno con la decisión de aumentar en 100.000 millones de dólares la capacidad de préstamo del Banco Mundial, dedicado a financiar programas de desarrollo. En el comunicado final de la reunión de Londres se habla también de que “las acciones y decisiones que hemos acordado hoy proporcionarán un fondo de 50.000 millones de dólares destinado a apoyar la protección social, impulsar el comercio y salvaguardar el desarrollo en los países con pocos recursos”.

De todos modos, para los países productores de materias primas, como son los africanos, podría ser más decisivo alcanzar un acuerdo en la llamada Ronda de Doha, que se reanudará próximamente, lo que estimularía el comercio mundial. Al quitar barreras comerciales y subsidios a la exportación, los países en desarrollo podrían colocar mejor sus productos en los mercados de los países ricos y en otros del Tercer Mundo.

La inversión china, más prudente

La amenaza de la crisis económica ha hecho ver a los dirigentes africanos que no pueden prescindir del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial. En los últimos tiempos, las crecientes inversiones de China en África habían hecho pensar a los gobiernos que no necesitaban la financiación de estas instituciones multilaterales, dominadas por Occidente. China era el nuevo socio, que, a diferencia de los occidentales, no sería explotador ni tendría reparos por cuestiones de derechos humanos.

De hecho, China está muy activa en África desde hace años, realizando proyectos de infraestructuras a cambio del acceso a las materias primas africanas. Así, el comercio entre China y África ha crecido hasta más de 100.000 millones de dólares en 2008.

Pero ahora los chinos empiezan a mostrarse más prudentes a la hora de invertir en países africanos inestables, según refleja un artículo del International Herald Tribune (26-3-2009). Siguen interesados, por ejemplo, en la bauxita y en el hierro de Guinea Conakry, pero el hecho de que una junta militar tomara el poder tras matar al presidente el pasado diciembre les ha hecho ver los riesgos de la inversión.

Antes los chinos estaban dispuestos a invertir en países donde nadie quería hacerlo. Pero ahora están mostrándose más exigentes en las negociaciones y evitan los países más problemáticos, como Zimbabue, o revisan sus contratos, como está ocurriendo en la República Democrática del Congo.

Por su parte, los gobiernos africanos están dándose cuenta de que las inversiones chinas con préstamos contra futuros ingresos, y la caída de los precios de las materias primas pueden dejar a sus países con fuertes deudas.

También está cambiando la percepción que los africanos tienen de las compañías públicas chinas con las que han establecido acuerdos. En principio, China presentaba sus inversiones como un acuerdo mutuamente beneficioso entre dos países soberanos, con la particularidad de que, a diferencia de los occidentales, no se inmiscuiría en cuestiones de derechos laborales o de normas medioambientales.

A propósito de Guinea Conakry, el artículo del Herald muestra que “los guineanos ven cada vez con más desconfianza las inversiones chinas. Muchos piensan que las compañías chinas son tan explotadoras como las occidentales, o incluso más”.

Otra fuente de decepción es comprobar que para realizar sus proyectos los chinos traen su propia mano de obra nacional, con lo que la creación de empleo local es menor de lo esperado.

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