En el mercado del sigilo hay grandes títulos como Metal Gear Solid y otros como Thief que, añadiendo el robo y sin alcanzar la maestría y fama del primero, ofrecen alternativas muy válidas y entretenidas. Eidos Montreal ha apostado por reiniciar la saga y llevarla tanto a la actual generación como a la nueva, y era una buena idea de no ser porque la jugada no ha salido redonda.
Nuestro protagonista vuelve a ser Garret, experto ladrón afincado en Londres que prefiere las sombras y la no violencia para conseguir sus objetivos: los mayores botines y los objetos más preciados. Tras el desastre de una misión con su compañera Erin, se despierta un año después y se encuentra con una ciudad afectada por una rara enfermedad mental y física. Además hay un personaje conocido como El Barón que está exprimiendo económicamente a los londinenses y que además maneja los hilos de la justicia.
Con estos ingredientes Garret va a ir cumpliendo misiones que principalmente se centran en conseguir objetos que le piden sus clientes, y para ello debe pasar inadvertido entre la población mientras recorre decenas de calles. La acción se disfruta gracias a las muchas maneras de acometer las misiones y los desafíos que se nos proponen.
El principal problema es que la ejecución no es todo lo buena que debería ser, por los constantes tiempos de carga, audios y subtítulos desincronizados y unos defectos gráficos que no se pueden justificar a estas alturas dadas las capacidades de las nuevas consolas. Además, su contenido, tanto violento como sexual, limita su mercado a los mayores de edad.
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