El apagón que sufrió España el 28 de abril de 2025 mostró a las claras el protagonismo que la tecnología tiene en nuestras vidas. Todos experimentamos lo dependientes que somos como sociedad del sistema eléctrico y del de comunicaciones. Además, resulta obvio pensar que, como ocurrió en la pandemia, se trata de un problema que solo podemos afrontar como sociedad, y que la ubicuidad de la tecnología la convierte en un asunto público.
El apagón ayuda a comprender un elemento nuclear de este último ensayo del politólogo español Daniel Innerarity: la profunda imbricación entre el ser humano y la tecnología. Según el autor, ambas realidades constituyen un ecosistema, y, por tanto, la realidad de la inteligencia artificial no puede entenderse como un “otro” absoluto respecto al ser humano.
Para el pensador vasco, el término que mejor define la mencionada relación hombre-máquina es el de “condicionalidad”. Toda tecnología nos condiciona porque marca un escenario de juego que, a la vez que inaugura posibilidades inéditas, limita otras.
El eje del libro, sin embargo, es la democracia, es decir, la reflexión acerca de cómo afecta la inteligencia artificial a lo más nuclear de la democracia. Innerarity tiene claro que la IA representa una amenaza, y no tanto por la posible manipulación o intromisión de diversos agentes, interiores o exteriores, en los procesos electorales, o por diversas manipulaciones del juego político, sino, sobre todo, por cómo afecta al autogobierno democrático; esto es, a que todos estemos debidamente representados en las decisiones colectivas. Los patrones con que se entrena a la inteligencia artificial, ¿responden a las diversas individualidades presentes en la sociedad? ¿Cuáles son sus sesgos?
La receta de Innerarity para los problemas apuntados, y para algunos más, no es “más o mejor tecnología”, sino una supervisión en clave democrática del diseño y uso de la inteligencia artificial. Democratizar la IA pasa por comprender previamente cuáles son las posibilidades y los límites de la inteligencia artificial y de la humana, lo que ayuda a huir tanto de alarmismos distópicos, derivados de la imprevisibilidad de las decisiones de la IA como de entusiasmos desaprensivos. La adecuada comprensión de las inteligencias humana y artificial nos libra también de una moralina barata, que reduciría la cuestión a la mera petición de “humano al mando”.
El libro responde al proyecto ambicioso de poner las bases para un nuevo contrato social, en este caso, en torno a una tecnología cuyo potente impacto y su imprevisibilidad tienen elementos inquietantes para el futuro de la democracia. El desarrollo del libro se encuentra a la altura de esa ambición, ya que su recorrido de más de 500 páginas se articula mediante una estructura de tres grandes bloques, titulados, respectivamente, teoría, pragmática y filosofía política de la razón algorítmica. El lector disfrutará sobre todo con la capacidad que tiene Innerarity de expresar sugestivamente lo específico y diferenciador de ese rasgo que sólo posee el ser humano y que podemos denominar “lo político”.