Un nuevo paradigma. Para comprender el mundo de hoy

TÍTULO ORIGINALUn nouveau paradigme

GÉNERO

Paidós. Barcelona (2005). 271 págs. 19 €. Traducción: Agustín López Tobajas y María Tabuyo.

Puede resultar sorprendente que un reputado sociólogo comience su ensayo afirmando el fin de la sociología tradicional. Esto es lo que hace Touraine. El pensador francés cree que la globalización, el consumismo y el resurgir de los nacionalismos obligan a un cambio de perspectiva. El mundo actual ya no puede ser analizado en términos políticos y sociales, sino en clave cultural.

Las categorías centrales de la sociología ya no sirven para comprender el mundo actual. Lo social ha sido sustituido por la dimensión individual y por una cultura pluralista. De hecho, Touraine explica la modernización apelando a la idea de sujeto autónomo y de derechos culturales.

Ahora bien, ¿cómo concibe Touraine al individuo? Como sujeto autónomo que es capaz de definirse a sí mismo en función de su libertad, capaz de dotarse de normas que orienten su acción. Este tipo de hombre, que Touraine defiende, ya no vincula su identidad con la sociedad, sino que la expresa a través de innovaciones culturales.

Un concepto de sujeto tan vacío y formal como el propuesto por Touraine tiene consecuencias. Por ejemplo, se legitiman diferentes «formas de afirmarse individualmente», como el matrimonio homosexual. La orientación sexual, en definitiva, sin estar arraigada en la biología, depende de las convenciones.

Desde un punto de vista colectivo, «el despertar del sujeto» se manifiesta en los movimientos culturales. Estos no tienen nada que ver con la idea de nación y mucho menos con la defensa del nacionalismo. Los paradigmas políticos -Estado, nación, pueblo…- y económicos -clase social, riqueza…- son sustituidos por el paradigma cultural, como clave explicativa de los conflictos e intereses.

También sería un error relacionar los movimientos culturales con la defensa del multiculturalismo. Para Touraine, la afirmación de que todas las culturas son de igual valor -como cree el postmodernismo- supone relativizar los logros más importantes de la modernidad: la razón universal y los derechos humanos.

Touraine propone el pluralismo cultural. Esto permite reconocer la validez universal de algunos principios, como los derechos fundamentales, pero admitir también diversas formas de concreción histórica, siempre que éstas no estén en contradicción con los primeros.

En general, casi todas las conclusiones de Touraine se pueden incluir bajo el rótulo del pensamiento políticamente correcto. Pero también se advierte coherencia. Si uno se muestra de acuerdo con la disolución de lo social, no tiene más remedio que negar la separación entre lo público y lo privado. Por eso no sorprende que el laicismo de Touraine sea tan moderado. A su juicio no puede negarse la trascendencia pública de las religiones, aunque obviamente se las contemple desde la perspectiva cultural e histórica y, por lo tanto, desde un punto de vista restringido.

El planteamiento de Touraine reconoce explícitamente un conflicto entre individuo y sociedad que quizá sólo pueden percibirlo los sociólogos profesionales. Resulta demasiado exagerado decretar el fin de lo social; una cosa es advertir de los cambios -y nadie niega que muchos de ellos pueden obligar a los científicos sociales a modificar sus puntos de vista-, y otra muy distinta decir que la sociedad sucumbe ante los mismos -¿no es la cultura también un fenómeno social?-.

Más que por sus propuestas, este ensayo es interesante para saber cuáles son los asuntos que se ventilan en los debates académicos.

Josemaría Carabante

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