“La mesa la pusieron en mitad de la nada, en un lugar de paso, sin ventanas”. Así comienza la nueva novela de Sara Mesa (Madrid, 1976), que describe los meses que la protagonista pasa como interina en un organismo público. Ha terminado la carrera hace poco y gracias a una antigua profesora ha conseguido este trabajo, al que acude nerviosa porque no cuenta con ninguna experiencia laboral. Sin embargo, tras instalarse en esa mesa solitaria, apartada y alejada del resto de los funcionarios, al lado de un pasillo que conduce a unos despachos a los que no acude nadie, Sara pasa los días esperando y esperando a que la asesora jurídica para la que iba a trabajar le asigne una tarea.
En esos días intenta pasar desapercibida, aunque tampoco le hace falta esforzarse mucho, pues ningún funcionario le ha preguntado nada. A los diez días, por fin, la recibe la asesora jurídica, quien le pide paciencia hasta que sus superiores y una comisión creada al efecto concreten sus cometidos. Tras otras semanas vacías, le transmiten que se va a ocupar de gestionar los trámites de un organismo nuevo en esa administración: una OMPA, una Oficina de Mediación y Protección Administrativa, que será un cauce de comunicación entre la ciudadanía y el Estado.
La novela cuenta el proceso de adaptación de Sara a este surrealista puesto de trabajo, algunos conflictos con sus superiores, la relación con algunos de sus jefes inmediatos y compañeros, su ambigua decisión de prepararse una oposición para ser funcionaria y la asimilación del ritmo y las formas establecidas en la vida burocrática de unas oficinas públicas.
Resultan evidentes en la novela las huellas de algunos modelos a la hora de describir el trabajo de los funcionarios, como algunos artículos de Larra, el famoso relato de Melville Bartleby el escribiente, el punzante panfleto de Balzac que lleva por título Fisiología del funcionario y las obras de Kafka El castillo y El proceso. También me ha recordado a una novela reciente, El frente ruso, de Jean-Claude Lalumière, una entretenida parodia del absurdo laboral en el que se encuentran algunos funcionarios.
Con una narración en primera persona, Sara Mesa consigue, con ironía y humor, ponerse en la piel de una perpleja interina que es testigo del sinsentido de la vida funcionarial, sometida a la dictadura irracional de informes, notas internas y niveles de responsabilidad. Especialmente agudas son sus observaciones sobre el lenguaje burocrático, un idioma distinto y una cárcel inane de palabras que transforman y ahogan la realidad convirtiendo la Administración pública en una dimensión paralela.
Novela a novela (Un amor, La familia, Mala letra, por citar solamente las últimas), Sara Mesa se ha convertido en un referente de la narrativa española contemporánea. Con un estilo vivo y eficaz, sus obras abordan situaciones actuales desde perspectivas insólitas, a veces ácidas, con las que analiza de manera crítica y fría la realidad.
Un comentario
Gracias. La leeré.