En los últimos años se ha ido sustituyendo la palabra “moda” por la expresión “estilo de vida”. Este término resalta que la moda es un aspecto que tiene que ver no solo con la ropa sino también con los modos de estar, de gastar el dinero, de emplear el tiempo, de comportarse.
En esta línea, Josefina Figueras habla de la moda relacionándola con los estilos de vida del siglo XXI. Lo hace de forma salteada, intercalando anécdotas y opiniones de su trabajo como periodista de moda. Algunos de estos estilos tienen especial impacto en asuntos de interés general como la salud, la educación y el respeto a los derechos humanos. Son interesantes en la medida en que la moda sirve al desarrollo de la identidad personal y su proyección social, en relación con los demás. Es decir, rasgos identificativos de la sociedad actual que muestran valores y contravalores adoptados en el trascurso de los cambios. En otras palabras –usadas en la presentación del libro-, “la moda puede ser considerada un verdaderos catalizador de estilos de vida y actitudes de nuestro tiempo”.
Por ejemplo, se habla de algunos temas recurrentes a raíz de noticias de actualidad, como son la discriminación sexista (especialmente reflejada en campañas de publicidad) y la temprana sexualización infantil, cuestión donde Francia encabeza las propuestas legislativas alegando “un grave peligro en el bienestar psicológico y afectivo”.
Al hablar del consumo, Josefina Figueras dedica especial atención a los compradores compulsivos, pues 9 de cada 10 son mujeres y la moda es su principal objeto de deseo. Y desarrolla el consumo responsable con la persona y el medio ambiente. Otro bloque de interés es cómo se trasladan esos estilos de vida mediatizados a la propia vida de los ciudadanos. En concreto, advierte que el buen gusto es entendido como elegancia en términos generales por la sociedad, pero desaparece como por arte de magia cuando se traslada a considerar casos particulares.
Este fenómeno explicaría la tendencia a establecer códigos de vestimenta en lugares de estudio y trabajo. Se trata, según Figueras, de aprender el arte de practicar la libertad de elección entre lo más adecuado para cada lugar, ocasión y hora; según las características físicas, la edad, la estética y la filosofía de vida; y “lo más correspondiente a la categoría personal”. Como consecuencia, el lenguaje corporal podrá facilitar la convivencia sin resultar un obstáculo a la relación interpersonal.
El libro se detiene con argumentos convincentes en aspectos como la oportunidad de la moda ante la crisis (la búsqueda de la excelencia, el emprendimiento, la conciliación); la relación entre moda y salud (tacones que acarrean dolores y bajas laborales, la tiranía de las tallas que produce anorexias, corsés que dan acidez gástrica o vaqueros estrechos que producen varices); y la reclamación de una pasarela que sin renunciar a convertirse en un espectáculo de ilusiones, sirva para informar (de las tendencias a llevar, entendidas como aquellas creaciones consensuadas, aceptadas y fundamentadas) más que para deformar (en un alarde de exhibicionismo que las asemeja a espectáculos de strip-tease).
En un contexto de numerosas colecciones, opciones y cambios, Figueras deduce una falta de identidad actual, una pérdida de coherencia entre la propia personalidad y la moda (reflejada en el uso del vestido como un disfraz) y una gran confusión de mensajes rápidos y contradictorios. Y alienta a fortalecer la personalidad a base de un oportuno estilismo que realce la posición (familiar, laboral) y la armonía interior, sana autoestima que otorga el auténtico bienestar frente a la aparente satisfacción de los efímeros caprichos de una compra compulsiva.
La segunda parte del libro, como ya hiciera la editora en un libro anterior [1], compila entrevistas a diseñadores y a otros profesionales del sector, que ya han sido publicadas por la revista digital que impulsó: asmoda. De ellas se han escogido aquellas que destacan estilos de vida defendidos en la primera parte del libro, como son la autoestima buscada por la moda de Javier de las Heras, la artesanía de Ion Fiz y Candela Cort, el estilo propio de María Barros, la personalidad de Teria Yabar, la femineidad de los diseños de Santiago Bandrés, y la rotundidad de trabajar al servicio de las mujeres por encima de tendencias y modas, como en el caso de Hanníbal Laguna y de Ángel Schlesser.
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