Misioneros sin complejos

Libros en torno a un tema

GÉNERO

Al hilo de recientes y variadas crisis que han recibido la puntual atención de los medios de comunicación, la labor de muchos misioneros ha sido redescubierta por el gran público. Los misioneros son los que siempre se resisten a abandonar un pueblo, un hospital, una escuela o un convento cuando todos los demás son evacuados, en situaciones de guerra y matanzas. Y también han sido los primeros en prestar gran parte de los servicios que hoy incluimos bajo los epígrafes de ayuda humanitaria y cooperación al desarrollo. Dos títulos recientes, Misioneros en los infiernos, del periodista Vicente Romero, y el relato autobiográfico de Joaquín Sanz Gadea Un médico en el Congo, vienen a reflejar ese mundo de entrega apasionada a la humanidad doliente (1).

Vicente Romero ha estado presente como enviado especial en muchos de los grandes conflictos internacionales del último cuarto de siglo. La crónica que ofrece en Misioneros en los infiernos es un magnífico reportaje que nos lleva desde Ruanda, pasando por Liberia, Zaire y Kenia, hasta Argelia, Filipinas, India y el Amazonas. Lugares donde un puñado de hombres y mujeres, los misioneros, dan de comer al hambriento, proporcionan techo al que lo necesita, curan enfermos o, también, enseñan al que no sabe, consuelan al triste, etc. El punto de partida del autor queda claro en el prólogo: soy agnóstico y anticlerical; estoy distante de cualquier tipo de teología (sea de liberación u otra); admiro a los misioneros aunque no entiendo su pretensión de interpretar la realidad a la luz de la fe; hay varios catolicismos: uno el de Franco, los obispos, el Papa; otro el de los progres; y otro, el de los misioneros.

El testimonio de los misioneros, sin embargo, rebasa con creces la posición del periodista: no es incompatible creer en Dios y en el hombre, rezar y trabajar, asistir o decir Misa y curar a un enfermo. Para la gran parte de los misioneros, su vocación engloba todo, lo divino y lo humano. Otra cosa es que «las razones humanas» no alcancen a entenderlo, lo que significa que quizás éstas sean incapaces de explicarlo. Afortunadamente, Romero es tan buen periodista que se dedica fundamentalmente a contar lo que los misioneros hacen y a dejar que ellos hablen: «ellos» no son una ONG, no son guerrilleros, son… otra cosa. Pero a veces al autor le puede no se sabe si su declaración de principios del prólogo u otras razones, y presta atención preferente a aquellos testimonios que puedan apoyar sus tesis iniciales (fundamentalmente las dos o tres «Iglesias»), incluyendo también conclusiones en la misma línea.

El libro de Joaquín Sanz Gadea muestra otra visión que podría calificarse de complementaria. Y es que, aunque este médico español no sea un misionero, su dedicación a los más necesitados a través del ejercicio de la medicina tiene mucho que ver con su visión cristiana de la vida. Joaquín Sanz Gadea, reciente premio Príncipe de Asturias a la Concordia, marchó al Congo en 1961 como médico de la OMS. Tenía entonces 31 años y acababa de contraer matrimonio. Desde entonces ha practicado más de 10.000 operaciones quirúrgicas, ha fundado dos hospitales y un orfanato. Curar y sobre todo amar -porque una caricia, como dice el doctor, también es medicina- es el ánimo que ha guiado la labor de Sanz Gadea, propuesto varias veces para el Nobel de la Paz.

Sus primeros diez años en el Congo son objeto de este libro en el que entrelaza el relato sobre sus afanes como médico con a breves explicaciones sobre el trasfondo político, social, cultural y religioso de ese país al que Sanz Gadea ama profundamente. Y aunque no se ahorren las barbaridades que las continuas guerras, la pobreza y la ignorancia provocan, el autor no pierde ocasión para hablar también de esperanza. La heroica labor de muchas monjas y las anécdotas referidas a amigos y colaboradores son parte importante del libro, que se dedica sobre todo a narrar hechos casi en un estilo periodístico. El relato de Sanz Gadea resultará apasionante para todos los que, como él, han hecho de la medicina una profesión y, sobre todo, una vocación. Y también para todos aquellos que quieran conocer de primera mano la realidad de la cooperación a pie de tierra.

Aurora Pimentel_______________________(1) Vicente Romero. Misioneros en los infiernos. Planeta. Barcelona (1998). 338 págs. 2.500 ptas.

Joaquín Sanz Gadea. Un médico en el Congo. Temas de Hoy. Madrid (1998). 357 págs. 2.200 ptas.

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