Los siete mitos de la conquista española

TÍTULO ORIGINALSeven Myths of the Spanish Conquest

GÉNERO

Paidós. Barcelona (2004). 307 págs. 19 €. Traducción: Marta Pino Moreno.

Tal como ha llegado a nosotros, la conquista española de América es producto de una imagen fabricada, más que resultado del conocimiento histórico. De ahí las dificultades para superar una imagen heredada que ha fosilizado en la mentalidad tanto americana como europea y que continúa perpetuándose en la literatura y en el cine.

Matthew Restall, director de Estudios Latinoamericanos en la Pennsylvania State University, revisa en este libro los principales mitos atribuidos a la conquista española, revelando su origen e inexactitudes.

Algunos de estos mitos fueron alimentados por los propios conquistadores, que enviaban a España relatos plagados de exageraciones respecto a la riqueza de las tierras descubiertas y a la sumisión de los indígenas. El objetivo final de estas quiméricas narraciones era obtener licencia real para proseguir la conquista y obtener el cargo de gobernador de una provincia imperial. Hay que tener en cuenta que los primeros conquistadores de América no formaban parte del ejército real: las expediciones se organizaban como empresas de financiación privada que precisaban de una licencia real para el posterior reconocimiento de los derechos sobre los territorios conquistados. Se desbarata así el mito de un ejército del rey, bien armado y organizado, que arrasaría en pocos años los poderosos imperios inca y azteca. En realidad, habría que hablar de décadas de conflicto entre españoles y pueblos indígenas, con alianzas cambiantes y fronteras imprecisas.

Restall sitúa la llegada de los conquistadores españoles en el contexto de las guerras civiles que, a finales del siglo XV, asolaban buena parte de los imperios precolombinos. La debilidad interna de éstos y la estrategia española de utilizar los conflictos internos en beneficio propio -por ejemplo, Pizarro apoya a Huáscar en contra de su hermano Atahualpa en la lucha por el trono del imperio inca- son factores decisivos para explicar la relativa rapidez de la conquista. La habilidad para ganarse aliados indígenas, especialmente entre las elites, a las que la Corona española reconocerá los títulos de nobleza con que contaban antes de la conquista, rompe con otro de los mitos más extendidos: el del conquistador blanco frente a un mundo indígena concebido como un todo monolítico, «los indios». Algunas de las páginas más interesantes del libro están dedicadas a los que el autor denomina «los conquistadores invisibles». En este grupo engloba tanto a los aliados indígenas, conocedores del terreno y de la lengua, como a los miles de negros africanos -esclavos y libres- embarcados en la empresa americana.

Pero tal vez el mito más extendido y persistente acerca de la conquista sea el del exterminio de la población autóctona. Sin negar episodios de devastación y violencia, Restall insiste en el interés de los españoles por mantener los niveles de población indígena. Incluso antes de la formulación de las primeras críticas por parte de fray Bartolomé de las Casas, los conquistadores -y la Corona española- eran plenamente conscientes de que el éxito de la expansión en el nuevo continente dependía del tributo indígena, ya fuera en especie, en metálico o en mano de obra. Incluso sin apelar a la ética cristiana, el exterminio resultaba antieconómico. La debacle demográfica que se produjo en América entre los siglos XV y XVII tuvo como causa principal la transmisión de enfermedades de origen europeo, como la viruela, el sarampión o la gripe.

El libro, interesante y bien documentado, presenta algunas inexactitudes terminológicas. Por ejemplo, se abusa de términos como «colonia» o «colonialismo», pasando por alto que los territorios conquistados se incorporaron a la Corona de Castilla, en un primer momento, y al reino de España en el siglo XVI, como provincias o virreinatos, nunca como colonias.

En suma, el autor aborda, en general con acierto, los mitos más extendidos sobre el descubrimiento y conquista del Nuevo Mundo, presentándolo como un fenómeno complejo y heterogéneo, muy alejado de la simplicidad de las historias convencionales.

Margarita Sánchez

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