Liberalismo. Una aproximación

Gota a Gota. Madrid (2007). 470 págs. 26 €. Traducción: Ana Llado Sánchez.

AUTOR

TÍTULO ORIGINALLibertarianism: A Primer

GÉNERO

En estos tiempos de ideologías revueltas y mimetismo en pro de la eficacia electoral se agradece que alguien se moleste en dar explicaciones. Aún más cuando se ha puesto de moda distinguir entre conservadores y liberales a base de test, sin que se logre pasar de las tópicas definiciones que parten de la separación entre lo económico y lo social y presentan al conservador como un liberal en lo económico con afán de meterse en la vida de los demás y al socialdemócrata como un intervencionista económico liberal en lo social, como si el secreto fuera ser más o menos liberal.

Por eso resulta tan interesante este libro que David Boaz, subdirector del Cato Institutethink tank liberal norteamericano-, publicó en 1997. Se trata de una obra de divulgación en la que se repasan brillantemente las bondades del liberalismo, su origen histórico y su posición frente a algunos de los problemas actuales.

Lo primero que hace el autor es reivindicar las raíces del liberalismo, anclado en la tradición clásica y entroncado con la filosofía política liberal que dio origen, entre otras, a la revolución americana. Con esta tarjeta de presentación, el autor propone su definición de libertad, heredera de la de Von Mises o Hayek, en la que “cada individuo tiene derecho a vivir su vida como desee, siempre y cuando respete los derechos iguales de los demás” y que determinará todo su planteamiento.

El individuo, cuya naturaleza se encuentra supeditada al puro interés -dice, aunque sin terminar de aclarar cómo se puede medir este-, es el único actor social verdadero. Todos los grupos sociales, de solidaridad o familiares, no son más que creación artificial en la que cada miembro no busca otra cosa que su interés particular, que sirve de nexo de unión a todos ellos. De ahí la necesaria separación entre la sociedad civil, creación voluntaria, y la sociedad política, el Estado, en un momento en el que son muchos los que plantean lo contrario a través de los modelos de gobernanza. Para Boaz, el Estado de bienestar es el culpable de la demolición de la responsabilidad personal. Cualquier pretensión de utilizar el poder para intervenir en la vida social es altamente nociva y está condenada al fracaso. La ley, presentada como el fruto espontáneo del desarrollo humano, no tendrá otro fin que la defensa de la libertad individual, la paz y la seguridad.

Desde esta perspectiva se analizará la sociedad norteamericana y sus instituciones, para evaluar la vigencia actual de los principios liberales ante problemas como discriminación racial, pobreza, salud pública, seguridad social, medio ambiente, educación… Aquí Boaz puede causar extrañeza al lector con sus ejemplos, pero resulta iluminador en sus planteamientos de fondo.

Quizás lo más desconcertante del libro son sus trucos. En demasiadas ocasiones prescinde de contraargumentar las posturas opuestas al liberalismo y se limita a descalificarlas por su origen: así, las objeciones al aborto o la eutanasia como comportamientos contrarios a la dignidad humana no son para Boaz más que fruto de la religión. Mención aparte merecería su visión de la guerra, que presenta como una amenaza global a la libertad individual, una excusa de los gobiernos para justificar su expansión, bajo la premisa que hoy “no existe ninguna ideología agresiva que amenace la vida o la paz mundial”, algo que no sé si compartirán los liberales de este y ese lado del Atlántico. Aunque quizás el problema más grave del libro es su voluntad de presentar el liberalismo como algo natural, frente a otras ideologías artificiosas, ocultando así que el carácter neutro del gobierno supone en sí mismo una opción: la promoción estatal de unos valores, los del liberalismo.

Pequeñas fallas de una atractiva y convincente apología del liberalismo para convencidos, semejante a lo que han hecho otros autores norteamericanos como el conservador Henry D’Souza. Sin duda servirá para la divulgación, para la guerra de la opinión pública; pero se echa en falta algo de munición pesada para la guerra de las ideas. El completo aparato de lecturas recomendadas al final puede cumplir con creces esta función.

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