Las preguntas de la vida

Fernando Savater

GÉNERO

Ariel. Barcelona (1999). 287 págs. 1.950 ptas.

Las preguntas de la vida es un alarde de erudición, reflexión y brillantez expositiva al servicio de la filosofía materialista del autor. Así, en el primer capítulo, Savater se declara discípulo de Epicuro, Lucrecio y Spinoza, y explica la existencia de los dioses como producto de la imaginación humana amedrentada por la muerte inevitable. Volverá sobre esta idea al final del libro, cuando atribuye el origen de la idea de alma y de inmortalidad al miedo antedicho. Respuesta no precisamente novedosa a una pregunta de siempre.

El universo es explicado en la misma clave materialista, por una combinación al azar de infinitos átomos durante un tiempo indefinido. Y aquí el excelente estilo de Savater es compatible con algún que otro sofisma y con afirmaciones pintorescas: «El universo y su origen son dificilísimos de comprender, ¡pero anda que Dios…!». No deja de sorprender que quien no ahorra páginas de filigranas conceptuales en otros temas, despache en cuatro párrafos la cuestión que más tinta ha hecho correr a lo largo de toda la historia de la filosofía. También llama la atención que el autor, en este punto, se aleje sin argumentos de la postura que en la gran tradición clásica ha sido abrumadoramente mayoritaria. Claro que aparece Hume en su ayuda, pero hace mucho que el escepticismo de Hume se nos presenta como un problema de Hume, no de la realidad.

Sobre el origen del hombre se nos dice que Darwin dejó bien claro que el ser humano es un mero animal. Savater afirma que tal postura debe ser «acatada» por todos (curioso verbo en boca de un filósofo). Con todo, el animal humano se diferencia del resto de los animales por un rasgo específico: el lenguaje convencional, inteligente y simbólico. A este rasgo dedica Savater una aguda explicación.

Igualmente interesante es el análisis de la verdad, el escepticismo y el relativismo, donde se afirma que «el objetivo del método racional es establecer la verdad, es decir, la mayor concordancia posible entre lo que creemos y lo que efectivamente se da en la realidad de la que formamos parte».

Hay en Las preguntas de la vida una sólida exposición de las caras que presenta la libertad, y de la ineludible responsabilidad que acompaña a cada acto libre. El estudio de lo que se contiene bajo la etiqueta «naturaleza humana» es sorprendente y salpicado de ejemplos actuales. En el análisis de la sociabilidad humana, el silencio sobre la familia no parece justificado. Un capítulo dedicado a la estética contiene una interpretación antológica de la célebre desconfianza de Platón hacia los artistas. Y el título del epílogo, La vida sin porqué, resume perfectamente su contenido: que «el mundo en que nos movemos los humanos carece de ningún sentido». A pesar de este mensaje tan dudosamente educativo, Savater y la editorial Ariel ofrecen Las preguntas de la vida al público escolar, pero no es aventurado pensar que su nivel especulativo lo hará poco menos que inasequible a los alumnos del nuevo bachillerato.

José Ramón Ayllón

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