La venganza de la geografía. Cómo los mapas condicionan el destino de las naciones

RBA.

Barcelona (2013).

464 págs.

24 €.

Traducción: Laura Martín.

TÍTULO ORIGINALThe Revenge of Geography


Una versión de esta reseña se publicó en el servicio impreso 11/14

El analista internacional Robert D. Kaplan desarrolló este libro a partir de un artículo publicado en 2009 en Foreign Policy. Podría decirse que es una crítica de una cierta idea de globalización, difundida en la inmediata posguerra fría, que conllevaba también la del fin de la historia con el consiguiente triunfo de la democracia liberal y de la economía de mercado.

Los inicios del siglo actual, con la entrada en escena del integrismo islámico y de las rivalidades internacionales en Asia y el Pacífico, habrían demostrado que era una falacia lo de que con la caída del muro de Berlín se habían superado las divisiones geográficas.

Kaplan se muestra escéptico sobre la difusión de ideales universales, pues considera más determinantes las diferencias de etnia, cultura y religión. De hecho, su perspectiva es la de un mundo hobbesiano, en el que impera la inestabilidad o la anarquía en regiones pequeñas y fraccionadas. El mundo kantiano, el de las organizaciones internacionales y la paz universal, se ha quedado estancado.

Por el contrario, vivimos en un mundo absolutamente determinado por la geografía, y el autor de este libro considera que es útil volver a leer a Halford J. Mackinder, Alfred Mahan o Nikolas Spykman, con sus diversas teorías acerca de las regiones políticas. En ellas tienen un papel destacado los océanos Índico y Pacífico, y la masa continental euroasiática. Sin embargo, a diferencia de hace un siglo, los ejércitos asiáticos no son fuerzas lentas y pesadas sino que están dotados de la más moderna tecnología en el marco de una carrera de armamentos que a muchos les recuerda el ambiente prebélico de 1914. No faltan, como en aquel momento histórico, los medios de comunicación sensacionalistas y las ideologías extremistas.

Kaplan conoce personalmente las singularidades del área geopolítica del sur de Asia hasta el extremo de no descartar la fragmentación de fronteras artificiales como las de Pakistán, Nepal o Bangladesh, aunque la peor de las pesadillas para el autor se llama Pakistán. Pero no menos inquietante resulta el análisis en el libro de la debilidad de las fronteras de Oriente Medio, desde el Líbano hasta Irak, sin olvidar la artificial configuración territorial de Arabia Saudí y de las otras monarquías del Golfo Pérsico.

La tesis principal de este apasionante libro, lleno de referencias históricas, es que el proceso de globalización creyó haber superado definitivamente la geopolítica, pero la geografía se ha tomado ahora la revancha. Concluye que EE.UU. debe apostar por el realismo político basado en el determinismo geográfico, algo que le costará al no estar acostumbrado a tener en cuenta las limitaciones naturales que imponen los mapas. Tendríamos que añadir que tampoco ha tenido en cuenta la historia reciente al diseñar sus estrategias en Afganistán e Irak. En definitiva, Kaplan hace hincapié en que si Washington insiste en negar los condicionantes de la geografía, sobre todo por la arrogancia proporcionada por su superioridad tecnológica, acabará siendo una víctima de ella.

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