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La trata de esclavos. Historia del tráfico de seres humanos de 1440 a 1870

TÍTULO ORIGINALThe Slave Trade

GÉNERO

Planeta. Barcelona (1998). 898 págs. 3.900 ptas. Traducción: Víctor Alba y C. Boune.

El autor reconoce en el prólogo de esta obra que se ha interesado por la historia de la trata de esclavos durante treinta años. El resultado, 900 densas páginas, es su explicación de lo que sucedió, y en menor medida la respuesta a la ineludible pregunta: ¿cómo pudo tolerarse tanto tiempo este negocio?

La primera parte, de introducción y repaso histórico de la esclavitud en la antigüedad, Europa medieval y el mundo islámico, es quizás lo más flojo del libro. La revisión es muy apresurada y algunas de las proposiciones son por lo menos originales, por ejemplo, el presentar la captura de esclavos como el principal propósito de la reconquista castellana. Cuando se centra en su tema, la pormenorizada descripción del comienzo de la trata atlántica a partir de las primeras expediciones protagonizadas por los portugueses, cambia el tono y la obra adquiera ya otro interés.

Fundamentado en un impresionante acopio de datos, Thomas analiza la evolución de la que sin duda fue una de las empresas marítimas y comerciales más elaboradas de la Historia Moderna. Desde la segunda mitad del siglo XV hasta finales del XVIII, aproximadamente once millones de esclavos negros fueron llevados de África hasta América, en un «asqueroso viaje» a través del Atlántico, para trabajar en las plantaciones, las minas o de criados. Portugueses, españoles, franceses, holandeses, ingleses y norteamericanos se alternan en el protagonismo de la trata, hasta que a finales del siglo XVIII el sentimiento abolicionista comienza a ganar terrero, apoyado en la poesía popular y la prensa libre del mundo anglosajón.

Thomas describe con gran realismo a los protagonistas indiscutibles, los tratantes que hicieron fortunas y los negreros que capitaneaban sus buques. Qué duda cabe de que sin los compradores americanos, que formaban el mercado, y los gobernantes africanos, que suministraban los cautivos, el cuadro resultaría muy incompleto. Los esclavos fueron parte esencial de las economías de estos países, teniendo además en cuenta que durante gran parte de su larga vida la trata atlántica fue sobre todo una empresa gubernamental.

La trata era un negocio vergonzoso, incluso comparada con las demás brutalidades de la época, y al principio la mayoría de los países europeos tuvieron dudas, que -aunque no fueron suficientes para detener el proceso- provocaron cierto debate. Así, el autor resalta el contraste entre la prohibición de la esclavitud en Europa y su fomento en las colonias; la defensa de los derechos de los indios, pero no de los negros; la admisión de la esclavitud derivada de una «guerra justa», y su rechazo si provenía de un secuestro, o la generalizada suposición de que la vida de los negros era más feliz en la esclavitud americana que en sus horribles lugares de origen. Ambigüedades que de ningún modo rebajan el feroz ultraje que la trata supuso para tantos millones de personas, pero que nos permiten entender cómo muchos se encontraron presos de una vasta red que parecía normal, por lo menos hasta 1780, cuando llegaron las primeras prohibiciones a las colonias americanas.

Antonio del Cano

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