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La libertad de amar. Guadalupe Ortiz de Landázuri

EDITORIAL

CIUDAD Y AÑO DE EDICIÓNMadrid (2018)

Nº PÁGINAS127 págs.

PRECIO PAPEL9,90 €

PRECIO DIGITAL4,99 €

El “genio femenino”, del que ha hablado el papa Francisco cuando le han preguntado por el papel de la mujer en la sociedad y en la Iglesia, va más allá de lo que muchos creen. Ejemplo de ello es la vida de Guadalupe Ortiz de Landázuri, una mujer laica, química de profesión, que será beatificada en mayo del próximo año, y cuya vida relata en este libro la periodista Cristina Abad.

Ortiz de Landázuri nació en Madrid en 1916 y era la pequeña de cuatro hermanos, hija de un militar y de un ama de casa. Con apenas 20 años, iniciada la Guerra Civil, tuvo que enfrentarse a uno de los momentos más duros de su vida, la muerte de su padre, quien, pudiéndose librar de ser fusilado, quiso seguir la suerte de sus subordinados. Ese ejemplo de coherencia la marcaría profundamente.

Guadalupe estudió en la universidad en un momento en que no era habitual que las mujeres lo hicieran. Al terminar Químicas, intuía que Dios le pedía algo más y quiso tener un director espiritual. Fue así como conoció a San Josemaría, fundador del Opus Dei.

Más tarde, en el transcurso de un retiro, profundizó en el mensaje del Opus Dei y se sintió llamada a vivir plenamente la vida cristiana mediante el ejercicio de su profesión. Al ser una de las primeras mujeres de la Obra, San Josemaría se apoyó en ella, encargándola diversas labores. Fue, por ejemplo, la primera directora de la residencia universitaria Zurbarán.

En 1949, se traslada a México, para iniciar allí la labor apostólica del Opus Dei. Además de relacionarse con muchas mujeres del país, trabó amistad con algunas españolas exiliadas, como Ernestina de Champourcín, poeta de la Generación del 27. Después es llamada a Roma, para ayudar en la sede central del Opus Dei. Cuando se le descubre una cardiopatía, regresa a España para ser operada.

Durante las dos últimas décadas de su vida, Guadalupe compatibilizó la dirección de la Escuela de Hogar y Arte Montelar con la realización de su tesis doctoral y el trabajo como profesora tanto en el Instituto Ramiro de Maeztu como en la Escuela Femenina de Maestría Industrial. “Poseía un don especial para dar clase porque, además de resultar amena, sabía interesar e involucrar a los chicos en las explicaciones, que alternaba con prácticas bien seleccionadas. Con su sonrisa abierta y acogedora lograba imponer un gran respeto y autoridad sobre aquellos adolescentes”, escribe su biógrafa.

Con el tiempo, su enfermedad se agravaría, pero antes de su último ingreso –en la Clínica Universitaria de Navarra– tuvo ocasión de charlar con San Josemaría junto con las primeras mujeres de la Obra. “Fue un rato de tertulia íntima –explicaba la propia Guadalupe–, con diálogo profundo hecho de palabra y de compenetración, donde una vez más noté que se rompían las fronteras de lo que el Padre decía y yo pensaba, y sentí, como otras veces, que tocaba a Dios a través de su fe tangible, que dejaba de serlo y se transformaba en realidad y me la transmitía”. No imaginaba entonces que el Fundador del Opus Dei fallecería poco después, como le transmitió su hermano Eduardo antes de que Guadalupe afrontara su última operación.

En apenas un centenar de páginas, Cristina Abad ofrece una interesante y completa aproximación a esta mujer santa, modelo de vida para quienes aspiran a la santidad en medio del mundo.

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