La Colina del Mal Consejo

Siruela.
Madrid (2011).
289 págs.
21,95 €.
Traducción: Raquel García Lozano.

AUTOR

GÉNERO

Amos Oz (Jerusalén, 1939), uno de los escritores israelíes de más fama y proyección internacional, escribió los tres relatos que componen este libro en 1978. En los tres, el paisaje es el protagonista, el paisaje árido de Judea que se adentra en Jerusalén y que da a los tres relatos un toque de agresividad: la luz abrasadora, el viento que sopla desde la montaña y los wadis, la sequedad del ambiente que agosta las plantas y un calor asfixiante que el lector siente en su piel. Y este paisaje, físico e histórico, vivido por el autor, es el de los últimos días del Mandato Británico; un momento en que bulle el deseo de independencia y la reivindicación bíblica y de raza del establecimiento del Estado de Israel.

Conviene adelantar la actitud que predomina en este libro: no hay animosidad contra los palestinos, con los que se convive. Aquí los únicos enemigos son los británicos, usurpadores de un territorio que ejercen como dueños de la situación. Los personajes de estos relatos son todos emigrantes europeos, o mejor “Oleh”, como se llaman a sí mismos, es decir, los judíos asquezaníes que viajan a tierra de Israel, procedentes de Centroeuropa,

El primero de los relatos, La Colina del Mal Consejo, tiene como protagonista al matrimonio de Hans y Rut y su hijo superdotado Hillel; todo arranca de la invitación que reciben a acudir a una fiesta en el Palacio del Alto Comisionado. La distinta visión de la vida que tiene el matrimonio judío es el fondo en el que se desarrolla una vida normal, dura pero burguesa, de judíos pioneros, con un recuerdo vehemente de lo dejado en Europa por parte de la madre. Los personajes colaterales son todos piezas de museo, sobre todo el ruso Mitya, que arrastra consigo la visión fatalista rusa de la vida mezclada con el arrebato sionista.

En El Señor Levi, el segundo relato, el personaje fundamental es Uriel, el niño amigo de Efraim, electricista e hijo del poeta Mejamkin, que vienen de Vilna y que encarna la protesta y la resistencia ante los británicos. También es un relato de familias, porque como Amos Oz ha declarado, él siempre escribe sobre familias. Uri tiene un rico mundo interior, una fantasía desbordante propia de un niño que se nutre de las escapadas y desapariciones de Efraim.

Nostalgia, el tercero, es un relato construido con las cartas en que un médico escribe no solo una crónica del amor perdido sino también el anhelo de un Estado israelí al que todavía no se ha llegado. Como en repetidas ocasiones le han reprochado a Amos Oz la aguda tristeza de este relato, él ha respondido: “El protagonista es un hombre que va a morir, justo en vísperas de un momento histórico. Sabe que algo grande va a ocurrir y sabe que él no lo verá. Era muy importante para mí describir la vida desde el punto de vista de alguien que está a punto de perderla. Un hombre amable, filosófico, un doctor rural. No es fácil escribir sobre un buen hombre. Los grandes personajes literarios son perversos”. Tres relatos, pues, que aciertan a captar el paisaje y el ambiente de un mismo y emblemático momento histórico.

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