Jesús y los manuscritos del Mar Muerto

César Vidal

GÉNERO

Planeta. Barcelona (2006). 220 págs. 18 €.

César Vidal escribió ya en 1993 y 1994 tres libros sobre los esenios y los «Manuscritos del Mar Muerto», descubiertos en Kirbet Qumrán en 1947. En este libro establece una comparación entre lo que se sabe del grupo de Qumrán por dichos manuscritos y lo que se conoce de Jesús por los evangelios y el resto del Nuevo Testamento. Es un libro de carácter divulgativo, pero no de escaso valor, puesto que el autor ha estudiado con detenimiento los documentos de Qumrán, es buen conocedor de la Biblia y está al día de las cuestiones que se plantean sobre la personalidad de Jesús.

Al comparar la comunidad que reflejan los Manuscritos y la primitiva comunidad de cristianos, Vidal expone sus elementos constitutivos: su fundador, sus discípulos y su mensaje. Son las tres partes que componen la obra. En la primera se describe al fundador del grupo de Qumrán, el «Maestro de Justicia», y la figura de Jesús de Nazaret, los puntos doctrinales en los que coinciden y los puntos en que discrepan. En la segunda parte, dedicada a los miembros de cada comunidad, Vidal hace un recorrido por las exigencias para incorporarse al grupo, deteniéndose en el tipo de personas -clase social, formación, etc.- de los miembros, y finalmente en la organización de ambas comunidades, la de Qumrán rígida y jerarquizada y la de los cristianos abierta y centrada en la evangelización y ayuda mutua.

La tercera parte, mucho más breve, contrapone el mensaje de la comunidad del Mar Muerto y el de la comunidad cristiana, subrayando la esperanza del mundo futuro y la idea del nuevo reino frente a los poderes del mal, la nueva vida en este mundo y la consumación de los tiempos. Con razón termina el libro señalando la diferencia mayor entre ambos grupos: «Para los sectarios de Qumrán era patente que el Maestro de Justicia había muerto y que sólo se levantaría en la resurrección del final de los tiempos, mientras que para los cristianos, Jesús había resucitado al tercer día».

Los lectores poco familiarizados con los Manuscritos de Qumrán encontrarán en este libro un resumen sencillo de lo que fue aquel grupo de judíos, que decidieron retirarse al desierto para vivir con mayor rigor la Ley de Moisés, encabezados por el Maestro de Justicia. Pero no se busquen formulaciones científicas ni estudios profundos. La exposición que hace Vidal es correcta, aunque los especialistas puedan encontrarla escasa y genérica.

El autor se extiende con más profusión acerca de la persona de Jesús. Ya había escrito en 1995 un «Diccionario de Jesús y los Evangelios» que contiene en formato distinto los datos aquí recogidos. Vidal lee sin demasiado análisis crítico los textos clásicos (Tácito, Suetonio, Plinio) al igual que los escritos judíos (F. Josefo) o rabínicos (Talmud), de modo que podría dar la impresión de estar situados al mismo nivel que los evangelios. Los datos del evangelio los expone y ordena con detenimiento en el cap. III y los resume en 40 proposiciones sencillas y correctas. Podría discutirse la n. 6: «tuvo hermanos y hermanas», pero como Vidal sabe que esta opinión sostenida con firmeza en los ambientes protestantes choca con la doctrina católica de la virginidad de María, señala que el término «hermano» tenía en la época de Jesús diversas acepciones, también la de familiar próximo (primos); no obstante, se mantiene en su interpretación literalista de hermano de sangre. Al presentar la vida de las primeras comunidades cristianas realza la personalidad de Santiago, el hermano del Señor, como fundador de la iglesia de Jerusalén, dejando más desdibujada la figura del apóstol Pedro que Vidal apenas reconoce como cabeza del colegio apostólico.

Aparte de estos pequeños reparos que reflejan la confesionalidad del autor, que por otra parte nunca ha negado, el libro pretende mantenerse a nivel histórico y en ningún momento busca señalar aspectos doctrinales que podrían subrayar las diferencias entre católicos y protestantes. El objetivo del libro, histórico, queda suficientemente cumplido.

Santiago Ausín

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