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Identidad

EDITORIAL

TÍTULO ORIGINALLa demanda de dignidad y las políticas del resentimiento

CIUDAD Y AÑO DE EDICIÓNBarcelona (2019)

Nº PÁGINAS208 págs.

Lo más sugerente de Identidad, el último libro del politólogo estadounidense Francis Fukuyama, probablemente sea el mostrar la importancia que tiene para el ser humano la necesidad de reconocimiento. Frente a los postulados del orden liberal clásico, que cree que la mayor motivación del hombre es la búsqueda racional del propio interés, Fukuyama entiende, siguiendo a Hegel, que el reconocimiento de la propia dignidad representa su mayor aspiración en el plano social. Cuando lo logra, el individuo se siente orgulloso y satisfecho; de lo contrario, surgirá en él resentimiento y humillación.

En la época moderna los individuos reclaman un igual reconocimiento social –Fukuyama lo denomina “isotimia”, jugando con el término griego thymós–, de modo que el reconocimiento no igualitario se vive como una afrenta. Pero la mayor diferencia con la propuesta hegeliana estriba en que en las sociedades posmodernas no son solo los individuos quienes demandan ese reconocimiento, sino los grupos conformados en torno a diversas identidades particulares y las minorías. Ese sería el caso de las demandas políticas que han surgido, sobre todo a partir de la segunda mitad del siglo XX, en torno a la raza, el género, la orientación sexual, la etnia, la cultura, la discapacidad, etc., identidades diferentes que reclaman ahora reconocimiento por parte de la sociedad.

Pero Fukuyama sigue considerando que la nación y la religión –en su vertiente sociocultural, sobre todo– continúan representando los elementos identitarios más poderosos. En sociedades modernas altamente industrializadas, en las que las comunidades inmediatas han perdido fuerza, el individuo ha pasado a experimentar una fuerte sensación de desarraigo y soledad, de manera que ha resultado atractiva la promesa de comunidad ofrecidas por la nación o por la fe compartida.

El ensayo pretende, pues, salir al paso de los nacionalpopulismos, que amenazan en muchos países el orden liberal y que se alimentan –al igual que las identidades posmodernas– de un sentimiento victimista ante una identidad que se considera atacada. Aquí cobra gran relieve el fenómeno migratorio y el de los refugiados, que Fukuyama percibe como un importante desafío para las identidades nacionales.

Firme defensor de la nación como estructura básica de cohesión política (niega la posibilidad de una identidad cosmopolita global), Fukuyama entiende que, precisamente para frenar los diversos nacionalpopulismos, es perentorio que las democracias avanzadas acierten a dar una respuesta satisfactoria –que no están dando– al desafío migratorio, capaz de articular los principios del orden político liberal con el mantenimiento de la identidad nacional de un país.

En este sentido, es firme partidario de la asimilación como mecanismo de integración de los inmigrantes en un país. La ciudadanía, por otra parte, no puede reducirse a derechos, sino que debe también comportar virtud cívica y compromiso. El servicio social –militar o civil– podría ser, en opinión de Fukuyama, una excelente herramienta de cohesión, para que, tanto connacionales como inmigrantes naturalizados, adquieran un firme compromiso con su país y superen las barreras que puede haber entre los diversos grupos culturales.

Por otra parte, Identidad alerta del peligro de fragmentación social que conlleva la política identitaria, en la que se pierde el sentido de lo común a todos. Fukuyama, pues, toca cuestiones de la máxima actualidad y combina un interesante rastreo de sus raíces filosóficas con un análisis social detallado que desciende a cuestiones bastante concretas. Sobre el acierto o desacierto de su análisis, es al lector al que le toca juzgar.

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