Historia cultural del arte moderno. El siglo XX

TÍTULO ORIGINALPour une histoire culturelle de l’art moderne. Le XXe siècle

GÉNERO

Cátedra. Madrid (2002). 338 págs. 18,50 €. Traducción: Alicia Martorell.

Pierre Daix es un veterano historiador del arte francés que en 1937 ya pagaba por entrar en los museos. Desde entonces ha escrito libros sobre el arte del siglo XX, y especialmente sobre Picasso, que le permiten acercarse ahora a una revisión muy sugestiva.

En dos volúmenes no muy extensos (este y otro que lleva por subtítulo De David a Cézanne) ha conseguido comprimir, con inteligencia y sin lagunas, la polvareda de datos e ideas que ha levantado la loca carrera del arte, especialmente de la pintura, en los dos últimos siglos. Eso sí, sin una sola ilustración, salvo la de portada, que en este volumen dedicado al siglo XX es un cuadro de Fernand Léger. El lector tendrá que recurrir a otras fuentes o a las salas de su museo imaginario para ver lo que se dice. Si piensa hacer lo primero, ya puede imaginar qué tipo de lectura es la que se le propone, más bien de estudioso. Porque en este tipo de libro ver es importante, pues ha de tenerse en cuenta que los franceses, como hacen los anglosajones, no establecen la división del arte moderno y el contemporáneo en torno a la Revolución Francesa, sino que el arte de Picasso y Matisse es moderno como el de David e Ingres, mientras que el posterior al arte conceptual de los años sesenta es contemporáneo. La división la establece la superioridad que consigue en esos años la idea con respecto a la obra materializada.

Daix nos recuerda a Picasso pronunciando lo de obras son amores en pleno nacimiento de la postmodernidad o -lo que aquí es lo mismo- del arte contemporáneo. Si no se ve, si no está, puede que esté en camino de ser arte, pero seguramente no lo es aún. Lo que de ahí salga será un paréntesis del arte, una crisis, pero no su muerte. Y si eso trae cola, por larga que sea, al final habrá que plantearse dónde se desvió el arte moderno, que no es lo mismo que preguntarse cuándo terminó.

Pierre Daix lo tiene claro. Por eso el subtítulo de este volumen, precisamente detrás de ese adjetivo, es una toma de posición. El siglo de la mecanización al mando, el de las guerras histéricas, el de la producción de artistas que dan a saber que el arte puede ser respuesta y expresión sin dejar de ser ni más ni menos que arte, pasa bajo la inquisitiva mirada de Daix, como pasó bajo la mirada de los coleccionistas que sólo muy tardíamente han dado a conocer sus fondos, de los propios artistas que guardaron sus obras hasta la dispersión que iban marcando las herencias, de los museos y de los comisarios de exposiciones que han planteado lecturas insospechadas mediante el utillaje crítico que sirve para interpretar el arte que hemos convenido en llamar vanguardista. En fin, un sólido título de consulta y referencia que invita a una lectura detenida.

José Ignacio Gómez Álvarez

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