El sentido de la belleza. Un esbozo de teoría estética

El sentido de la belleza. Un esbozo de teoría estética

TÍTULO ORIGINALThe Sense of Beauty

GÉNERO

The Sense of BeautyTecnos. Madrid (1999). 224 págs. 2.200 ptas. Being the Outlines of Aesthetic Theory. Traducción: Carmen García Trevijano.

Este libro es fruto de unas conferencias pronunciadas por el entonces joven filósofo de origen español George Santayana en el Harvard College entre 1892 y 1895. En él se exponen unos principios básicos de teoría estética inspirados explícitamente en las nociones platónicas de belleza, de bien y de ideal, junto a otros referentes más cercanos como las teorías del bien moral y la belleza de los tratadistas ingleses del XVIII (Shaftesbury y Hutcheson) y también la idea de Schopenhauer sobre la experiencia estética como una vía de sanación espiritual.

Tras el prólogo y una breve introducción, el libro se estructura en cuatro partes: la definición de la naturaleza de la belleza; las cuestiones relativas al aspecto material de la belleza; las relativas al aspecto formal; y, por último, la expresión artística, en general, y las manifestaciones particulares que puede adoptar en lo cómico, lo grotesco, lo sublime, etc.

Santayana defiende en primer lugar la necesidad de abordar una teoría estética desde el problema mismo que se plantea en la experiencia humana. La experiencia estética, más allá de fenómeno lúdico e inútil, supone una verdadera necesidad vital para el ser humano al ofrecerle la concreción objetiva del ideal de perfección al que se orienta su propia vida. La definición de la experiencia estética de la belleza como placer objetificado, como la presencia objetiva de lo bueno, le obliga a explicar la ausencia de bienes estéticos como un mal moral para la vida humana.

En cuanto al segundo aspecto, referido a la materialidad del arte, Santayana recurre a una fundamentación fisiológica de base: las funciones del cuerpo, las tendencias naturales, los sentidos participan en alguna medida en la experiencia estética. Respirar, ver, oír, amar y dormir son funciones de la vida cotidiana directamente relacionadas con la dicha que proporciona el deleite estético, puesto que en ellas se inicia el proceso de percepción de objetos con los que después se asocian las ideas de la conciencia. De ahí la posibilidad de educar el gusto desde los aspectos más sencillos de la vida sensible hasta los más complejos relacionados con el juicio estético.

Pero existe un juicio estético referido no sólo al material sensible, sino también a las formas que adoptan los distintos elementos. Tal es el caso de las figuras geométricas, las simetrías, la unidad en la multiplicidad, la extensión, etc. En esta tercera parte del libro, el filósofo se plantea cuestiones tales como si son o no bellas todas las cosas, si existe un referente tipo o ejemplo modélico, de qué dependen los grados de belleza o en qué consiste la apreciación humana que proporciona un canon subjetivo procedente de la capacidad imaginativa. Finaliza este apartado con una breve referencia a la proximidad que guarda esta capacidad imaginativa con la posibilidad de una experiencia y creencia religiosas. En general, defiende una teoría de la valoración humana que define el sentido de la belleza como una disposición a dar respuesta a las propias sensaciones.

La última parte del libro está dedicada a la expresión artística, es decir, a la percepción de los valores asociados a la materia y forma artísticas. Termina con una reflexión acerca de los límites del valor estético y la supeditación del Arte a la Vida. El sentido de la belleza supone, en definitiva, una fundamentación psicológica de las posibilidades de una experiencia estética de la vida, en la que paradójicamente se halla directamente implicada la voluntad de quien la contempla.

Aunque Santayana realizó una dura autocrítica años después, esta obra le valió el reconocimiento académico cuando sólo tenía 33 años. Su interés por la teoría del arte estaba, como él mismo confesaba, muy por debajo de sus deseos de contemplar y adquirir la experiencia viva de la belleza. Ésta es prácticamente imposible de definir; por eso, su libro no pretende tanto una respuesta metafísica de lo bello como una explicación más bien antropológica del sentido de la belleza.

Carmen Urpí Guercia

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