Este libro, escrito como una autobiografía ficticia de Charles de Foucauld, es una maravilla. Lo es por el personaje, beato desde 2005, que tiene una historia conmovedora y apasionante. Pero, también, por el modo de contarlo el autor, de asomarse al mundo interior y a las zozobras de aquel soldado explorador, desmesurado primero en los placeres y, luego, en el amor a Dios y a los hombres.
Charles de Foucauld fue un vizconde francés nacido en 1858 que, tras una juventud de considerables vaivenes como militar y un considerable éxito explorando Marruecos, se convierte y se hace religioso y se ordena sacerdote más adelante. Fue un hombre inquieto en búsqueda de un camino espiritual de identificación con Jesucristo y de entrega total al Creador y a los más pobres en un entorno como el desierto y la cultura musulmana. Todo cada vez más difícil y exigente; todo, en definitiva, cada vez menos y por eso más.
La de Foucauld es una historia de soledad y de generosidad, de autenticidad y abandono creciente, también la de un fracaso constante en el sentido humano del término; un hombre que recuerda mucho a San Francisco de Asís y también a San Juan de la Cruz.
El autor, Pablo D’Ors, ha escrito este libro con la sencillez, profundidad y pericia literaria de otros textos suyos muy recomendables (entre otros, El estupor y la maravilla o el ensayo Biografía del silencio), pero, si cabe, con una especial delicadeza y mucho tiento. No es, pues, un panegírico en absoluto o una vida de un santo, aunque esto último lo sea. Es, sobre todo, una novela excelente y diferente sobre alguien excepcional, cuya espiritualidad y vida llaman la atención en estos tiempos de tanto ruido y superficialidad.
Esta biografía de ficción relatada en primera persona pide paladearse con calma y con lápiz y volver a leerla, hace pensar y emociona en cada detalle. Pablo D’Ors es una de las voces más personales, sólidas e interesantes del panorama literario actual.