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El colapso de la República

TÍTULO ORIGINALThe Collapse of the Spanish Republic

GÉNERO

La Esfera de los Libros. Madrid (2005). 613 págs. 30 €. Traducción: Mª Pilar López Pérez.

Existe un aluvión bibliográfico sobre la guerra civil española (ver Aceprensa 137/05), que el paso del tiempo y los sucesivos aniversarios no han hecho sino incrementar. Pero no hay apenas obras que analicen los orígenes de la guerra. Tanto es así que a veces se vende la imagen interesada de que la Segunda República era un gran proyecto de reforma y modernización de España, que los reaccionarios de toda índole se encargaron de frustrar por la violencia y la guerra.

Sin embargo, el historiador norteamericano Stanley G. Payne demuestra en este libro que la paz no fue posible porque, al igual que había sucedido a lo largo de la mayoría de los regímenes políticos del siglo XIX, la Segunda República y su Constitución de 1931 fue la imposición de media España contra la otra media. La clase política republicana, empezando por el propio Manuel Azaña, identificaba republicanismo con democracia. En consecuencia, todos aquellos que no eran republicanos, y de izquierda por más señas, quedaban fuera del sistema, lo que se vio claramente en la exclusión del gobierno, por obra de Alcalá Zamora, del partido derechista CEDA, pese a los resultados favorables de las elecciones de 1933.

¿Qué habría sucedido -se pregunta Payne- si la CEDA hubiera entrado en el gobierno y se hubiera culminado la legislatura en 1937? La alternancia quizás habría ayudado a consolidar el sistema, pero el problema es que la derecha no era lo suficientemente republicana para aquellos que tenían el monopolio de lo republicano. De esta manera, su visión del progreso era la única válida, y si no se imponía electoralmente, debía imponerse por la arbitrariedad y la violencia. En esta coyuntura, los partidos centristas, como los radicales o la Lliga catalanista, podían haber desempeñado un destacado papel en un sistema basado en alianzas electorales. El liberal Payne alaba en esta obra el papel de estos partidos, mas también destaca que se vieron arrinconados por los respectivos extremismos.

Por lo demás, la democracia tampoco podía consolidarse cuando el propio partido socialista estaba dividido en facciones que defendían la revolución violenta (Largo Caballero) y otras más minoritarias de corte socialdemócrata (Besteiro). Esta contradicción daría lugar a la violación de la propia legalidad republicana, como fueron los casos de la revolución de Asturias y de la insurrección catalana de octubre de 1934.

A estas causas del colapso de la República cabe añadir otras bien conocidas como las agresiones a la Iglesia o la falta de tacto, llena de desconfianza y hostilidad, hacia el Ejército. Según Payne, los atropellos sucedidos en la primavera de 1936 (incautaciones de propiedades, quema de iglesias…) supusieron que el gobierno republicano dejó de aplicar la ley y la Constitución, con lo cual perdió su legitimidad para gobernar.

De ahí que la principal responsabilidad de lo que sucedió en 1936, en opinión del autor, sea sobre todo de republicanos y socialistas, que no supieron construir un régimen integrador como lo había sido, pese a los problemas de corrupción y fraude electoral, el de la Restauración entre 1875 y 1923.

Antonio R. Rubio

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