Dios lo ve

Oscar Tusquets

GÉNERO

Anagrama. Barcelona (2000). 264 págs. 2.900 ptas.

En su tercer libro de ensayo -ya había publicado Más que discutible (Tusquets, 1994) y Todo es comparable (Anagrama, 1998)-, el arquitecto catalán Oscar Tusquets reflexiona sobre los motivos que mueven al artista a realizar obras que aspiran a una perfección que trasciende la aprobación social de sus contemporáneos y el éxito en vida. La pregunta que plantean los diversos ejemplos que Tusquets presenta en el libro podría formularse así: ¿Para quién trabaja el artista cuando busca afanosamente una perfección que no sabe si alguna vez llegará a ser apreciada por un espectador humano?

El autor parece convencido de que el arte verdaderamente digno de este nombre no es concebido por el artista para la mirada del contemporáneo; al menos, no principalmente. ¿Megalomanía? ¿Delirio de grandeza? No: es que Dios lo ve, responde Tusquets con su admirado Lutyens. La convicción de que la obra de arte constituye un testimonio de la vocación trascendente del hombre se deja caer en este ensayo -medio en broma, medio en serio- sin recurrir a razonamientos abstractos, sino como fruto de la experiencia creadora del autor.

Los ejemplos que se aducen para mostrar al lector lo que a través de esa experiencia se ha intuido proceden de diferentes épocas históricas, de ámbitos artísticos diversos y de culturas muy distantes entre sí. El friso de las panateneas del Partenón ateniense, los cuadros de Velázquez o Rembrandt, la arquitectura de Lutyens, las armaduras de acero de las estructuras de hormigón de Torroja, las siluetas de Nazca, los jardines secos del paisajismo japonés o el toreo de Curro Romero, son sólo algunos temas de los que el autor se sirve. Con un estilo que a veces recuerda al de Gombrich, Tusquets construye, con absoluto desenfado -la referencia al aborto y a la eutanasia en el capítulo sobre el toreo queda fuera de lugar-, un discurso cuyo sentido sólo en el epílogo se nos desvela del todo.

La relación entre el texto y las imágenes es particularmente eficaz, ya que ayuda a despertar la curiosidad del lector y a mantener un efectivo diálogo con él. Las fotografías que se ofrecen en el libro quieren proporcionar elementos de juicio, externos al propio texto, que facilitan no sólo una adecuada comprensión del mismo, sino también la posible discusión de la opinión sostenida por el autor sobre la base del elemento gráfico. La sutil ironía que ha caracterizado toda la obra arquitectónica de Oscar Tusquets recorre el libro de principio a fin; es esa ironía la que lleva al descreído arquitecto catalán a afirmar que, a la vista de lo que el agnosticismo es capaz de producir, y aunque la existencia de Dios no le acabe de convencer, tal vez sea mejor hacer «como si» Dios existiese y pudiese juzgar nuestras obras.

Victoriano Sainz Gutiérrez

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