Antropología: una guía para la existencia

Juan Manuel Burgos

GÉNERO

Palabra. Madrid (2003). 423 págs. 16 €.

Juan Manuel Burgos, autor de El personalismo (ver servicio 169/00), adopta el enfoque propio de esta corriente para exponer la filosofía del hombre en su nuevo libro, concebido como manual para estudiantes o panorámica introductoria para cualquier lector.

En la escala del tiempo filosófico, el personalismo es todavía reciente. Este manual tiene el aire inconfundiblemente actual de los autores en que se basa: Mounier, Blondel, Von Hildebrand, Nédoncelle… y, muy en particular, Karol Wojtyla, cuya obra Persona y acto es referencia capital. Pero al mostrar nuevos caminos, Burgos atiende a las pistas dejadas por los pensadores antiguos. Cuando no los sigue, no los descarta sin más, sino que propone modos de corregirlos y completarlos.

El arranque del libro es la persona misma: el hombre o la mujer realmente existente. Es ello un acierto, sobre todo en comparación con otros manuales que comienzan por el estrato biológico, siguen por la vida sensorial… y en tal ascenso parecen querer construir el ser humano a partir de sus elementos. Cuando por fin llegan a la persona, les resulta difícil evitar presentarla, de hecho, como una especie de superintendente de los dinamismos tratados antes, y la unidad del sujeto queda en penumbra.

Burgos advierte contra el peligro, que acecha al análisis, de convertir las facultades en sustancias, y olvidar quién es el verdadero sujeto. En el capítulo sobre la inteligencia, subraya que solo en abstracto hay conocimiento sensible, por un lado, e intelectual, por otro: «El conocimiento real del hombre es simultáneamente sensitivo e intelectual». Desde luego, es inevitable proceder por partes; pero en cada una el autor remite a la unidad de la persona sentada al comienzo, que no es una tesis meramente declarada, sino principio rector de toda la reflexión. Así se aprecia muy bien en los capítulos sobre la libertad, el yo, la acción, el trabajo, la muerte y la trascendencia…, aunque un poco menos en el dedicado al lenguaje. Se echa en falta, por otra parte, un estudio más detenido del alma, que no recibe tanta atención como otros temas.

El autor consigue ser didáctico, mediante el recurso frecuente al lenguaje coloquial y comenzando cada tema por la experiencia común. De suerte que ilumina debates actuales -sobre bioética, libertad política, religión, sexualidad…- que a todo ciudadano interesan, aunque en el libro no sean objeto directo del discurso. Pues muchas posturas en torno a tales cuestiones llevan implícitas determinadas concepciones del ser humano que no han sido puestas a prueba. Tras leer esta obra, se está en mejores condiciones de juzgar.

Rafael Serrano

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