Amor y justicia

Trotta.
Madrid (2011).
108 págs.
10 €.
Traducción: Tomás Domingo Moratalla.

TÍTULO ORIGINALAmour et Justice

Bajo la mirada de un pensador atento, las antítesis se resuelven: es lo que ocurre con los conceptos aparentemente contradictorios como el amor y la justicia. Ciertamente, los discursos suelen oponer la lógica del sentimiento amoroso –gratuito, exuberante– a la de la justicia, que mide y encuadra para no incurrir en excesos… Pero ya nos advierte Ricoeur que pensar de una forma radical en el amor, como en la justicia, exige que nos alejemos del sentimentalismo espurio, o de la aritmética; es menester afinar nuestra comprensión y resolver la paradoja inicial.

En un discurso denso, pero bello e inteligente, el pensador francés advierte del error de reducir la idea de justicia a la de “distribución”, como pretende gran parte del pensamiento político contemporáneo. La justicia busca reconocer más bien el sentido de la dependencia mutua, de la necesidad de reconocernos. Si no superamos la lógica de la equivalencia –la del do ut des o la del reparto milimétrico–, la virtud de la justicia no pasaría de ser una manifestación más de nuestra mentalidad utilitarista.

Frente a la reciprocidad, que puede ocultar un egoísmo inveterado, Ricoeur propone pensar la justicia a partir de la lógica del don, de la sobreabundancia, de la gratuidad. En este sentido, la ley es también un don, ya que en la Escritura se vincula con la liberación. De esa forma, el discurso del amor, que no entiende de medidas, corrige y endereza la angostura de la justicia humana. En lugar de conformar nuestras leyes a la medida de nuestro individualismo, el autor opta por reconducir las relaciones sociales hacia el camino de la compasión y de la generosidad.

Junto con Amor y justicia, una conferencia que Ricoeur dictó cuando recibió el premio Leopold Lucas, se recogen las dos últimas Gifford Lectures que impartió en la Universidad de Edimburgo, en las que el filósofo francés se aproxima a la teología. Especialmente interesantes son sus reflexiones sobre la relación entre pensamiento filosófico y teológico. A su juicio, ni Dios ni los mensajes religiosos pueden ser entendidos solo desde la perspectiva filosófica, puesto que la Revelación se configura dialógicamente, es decir, reclama la respuesta del hombre. Profundizando sobre ello, Ricoeur esboza una antropología que destaca la naturaleza responsiva del ser humano y que afirma que el hombre está determinado por la relación de una llamada que le precede.

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