Wentiman es un chico huérfano que malvive en una aldea de Togo robando y delinquiendo. Un grupo de sacerdotes salesianos le ayudarán, a él y a otros chavales, a salir adelante y plantearse un futuro.
La base de esta película es el relato real de Wentiman, publicado por el sacerdote salesiano José Miguel Núñez, que le conoció en Sevilla. Estamos ante una cinta modesta en presupuesto, con algunos errores de bulto en la elección del casting, pero que funciona a pesar de todo, gracias a la fuerza de la historia. Hay un momento en que el joven protagonista afirma “he vivido cien años en veinticuatro”. Efectivamente, ocurren muchas cosas a lo largo de los 107 minutos de metraje, y esa agilidad –aventuras, drama, romance, intriga– compensa las carencias de producción.
Por otra parte, la película sirve para dar a conocer la labor que hacen los sacerdotes salesianos en “La ciudad de los muchachos”, una iniciativa que, en treinta cuatro años, ha permitido a más de 3.500 niños y niñas tener un futuro fuera de las calles o de la delincuencia.