7/10Valoración

El estigma del silencio

PRODUCCIÓN España - 2024

DURACIÓN 77 min.

DIRECCIÓN

GÉNEROS

PÚBLICOJóvenes-adultos

contenidos

Ritmo : ⚪⚫⚫

ESTRENO19/06/2025

PLATAFORMAS

“Es el drama vital más silencioso. Es el drama social más silenciado”. Tal es la tragedia del suicidio, un fenómeno sobre el que muchas veces se pasa de puntillas porque, engañosamente, es algo que les sucede únicamente “a los demás”… hasta que nos pasa un poco más cerca. O nos roza. O nos derriba.

Tras la ficción Nubes de cartón (2019), el joven director Sergio Fernández vuelve con El estigma del silencio, un documental sobre la comúnmente inadvertida realidad de quienes se quitan la vida en España, en un país con más que aceptables niveles de bienestar; en una tierra de sol, no de ese gris perenne que envuelve los días de muchos de nuestros vecinos en el resto del continente.

Pero también, claro, en una sociedad que –como bien observa uno de los expertos de salud mental consultados– ha ido soltando amarras gustosamente de muelles como la religión, la familia, la comunidad, y que entiende que cada cual ha de arreglarse con sus traumas, con sus angustias, de puertas adentro, en soledad. Una soledad que quizás se rompe únicamente cuando en el ayuntamiento local se reúnen algunas decenas de personas para hacer un minuto de silencio en memoria del que se fue para siempre y que más hubiera agradecido un poco de esa atención en vida.

Fernández da voz a varios que lo han intentado sin éxito, y también, por supuesto, a los que ya no están porque no hallaron obstáculo que se les interpusiera. O mejor: no encontraron asidero cuando intentaron levantarse, sino solo desdén, indiferencia. O a lo sumo, lograron una cita con el psicólogo “para dentro de un mes y medio”. Como si el atormentado pudiera pausar la angustia.

En España se registran tres veces más muertes por suicidio que por accidentes de tráfico. Quince veces más muertes autoprovocadas que homicidios. Y por cada uno de los que cierra la puerta por última vez, siete seres humanos de su entorno que quedarán rotos para siempre. Son, en crudo, las estadísticas del dolor, con las que el documental nos interpela, como individuos y como sociedad, por si de algún modo estamos haciendo posibles estos números con nuestra “higiénica” desconexión del otro, que tiene nombre, inquietudes, aspiraciones, y a cuyas crisis, motivadas por la enfermedad mental, por la incomprensión o por la agresividad de su entorno, las instituciones no están respondiendo con la celeridad ni el tino necesarios, como tampoco – en ocasiones– con la delicadeza que se precisa para, tras la pérdida, intentar aliviar al doliente.

Porque “todos podemos ser agentes de cambio”; “todo tiene una solución”, nos recuerdan algunas de las voces participantes. Faltaría, únicamente, querer mirar en derredor para detectar si, algo más atrás de nosotros, alguno ha quedado sin fuerzas. Y sostenerlo, y ayudarlo a seguir.

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