·

Una pausa para rezar

publicado
DURACIÓN LECTURA: 2min.

Dorothy Lipovenko cuenta en The Globe and Mail (Toronto, 9-II-96) que en Canadá algunos ejecutivos y empleados acostumbran aprovechar la hora del almuerzo para dialogar sobre temas religiosos, rezar o participar en actos de culto.

En el tranquilo silencio de una iglesia céntrica, de Vancouver a Halifax, muchos empleados aprovechan la pausa del almuerzo para rezar o reflexionar. Otros, que han formado grupos para estudiar la Biblia, se reúnen en las salas de juntas y, mientras mordisquean sus bocadillos, discuten cómo Jesucristo afrontaba el estrés o cómo Moisés delegaba responsabilidades.

«Algunos aprovechan la hora del almuerzo para hacer pesas. Yo vengo aquí para alimentar mi alma -dice Brian Smith, de 38 años, directivo del Royal Bank, al salir de la misa de mediodía en St. Stephen’s Centre de Toronto-. Hago oración sobre mi trabajo en el banco, y pido ayuda a Dios para acertar en mis decisiones».

No es el único. En el corazón de Bay Street, en la segunda planta de un edificio de oficinas, hay una espaciosa capilla católica, que está abierta sólo los días laborables, para los que trabajan en los centros de negocios de Toronto. La capilla está repleta durante la misa de 12.10 de la mañana.

A lo largo de todo el país, muchas iglesias están abriendo sus puertas a la hora del almuerzo para facilitar la renovación de los espíritus durante la pausa de mediodía (o a la salida del trabajo, como en el caso de una iglesia de Calgary, para que la gente pueda hacer una escala de camino a casa). También a la hora de comer, se organizan reuniones para ejecutivos muy ocupados, en las que se discute sobre problemas éticos y a las que pueden acudir creyentes de todas las confesiones o de ninguna. Para muchos, estos interludios espirituales son un grato alivio de la tensión del trabajo.

El reverendo Peter Elliot, deán de la catedral protestante de Vancouver, ve en los cultos de mediodía y en los grupos de reflexión a la hora de comer a «muchos hombres de negocios de todas las categorías profesionales». «Han tenido una reunión dura; toman el ascensor y vienen aquí para rezar y entrar en contacto con valores más profundos y eternos».

(…) Jennifer Marshall, de 36 años, asiste todos los jueves al mediodía al servicio de comunión que se celebra en la iglesia presbiteriana de St. Andrew’s, en el centro de Toronto. En una ocasión, un rato de contemplación en la iglesia la movió a cambiar una decisión que había tomado en su trabajo y en la que vio que había sido demasiado dura. «Miré la vidriera que representa al Buen Samaritano y pensé: ‘Allá voy, por la gracia de Dios’. Pedí disculpas a la persona en cuestión, anulé mi decisión y después me sentía mejor».

(…) El reverendo Peter Wyatt opina que la gente, sea o no religiosa, hace estos parones en las iglesias a la hora de comer para encontrar esa tranquilidad que se está perdiendo. «En Toronto, el silencio es casi un don del cielo», dice este ministro de la Iglesia Unida.

Señala que el domingo era el único día con un ritmo diferente al resto de la semana, pero ha perdido ese carácter desde que las tiendas abren los domingos.

Contenido exclusivo para suscriptores de Aceprensa

Estás intentando acceder a una funcionalidad premium.

Si ya eres suscriptor conéctate a tu cuenta. Si aún no lo eres, disfruta de esta y otras ventajas suscribiéndote a Aceprensa.

Funcionalidad exclusiva para suscriptores de Aceprensa

Estás intentando acceder a una funcionalidad premium.

Si ya eres suscriptor conéctate a tu cuenta para poder comentar. Si aún no lo eres, disfruta de esta y otras ventajas suscribiéndote a Aceprensa.