Sigue la desunión de la Iglesia en Austria

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Casi seis meses después de la tercera visita del Papa a Austria, la situación de la Iglesia no se ha apaciguado. Del 23 al 25 de octubre tuvo lugar en Salzburgo la sesión plenaria del «Diálogo para Austria». Esta reunión, convocada por el episcopado austriaco, fue una respuesta a la recogida de firmas de 1995 (ver servicios 96 y 119/95) en favor de «reformas profundas» en la Iglesia (ordenación sacerdotal de mujeres o el fin del celibato sacerdotal, entre otros puntos).

A esta reunión en Salzburgo acudieron realmente todas las «corrientes» de la Iglesia. Sin embargo, mientras el objetivo de los obispos era atraer mediante el diálogo a algunos grupos moderados hacia posturas más ortodoxas, los autodenominados «reformistas» vieron una oportunidad de dar a sus pretensiones una base mucho más amplia.

De la reunión de Salzburgo salieron una serie de resoluciones, siempre por votación y ninguna por unanimidad, en las que se pedían los mismos puntos que la iniciativa de 1995. Los «reformistas» tuvieron la voz cantante, al ser gran parte de los delegados funcionarios laicos (asistentes pastorales, profesores de religión…) que viven de la Iglesia sin tener, en muchos casos, la fe de la Iglesia.

Fue especialmente triste que la asamblea de Salzburgo no recibiera una carta del prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, el cardenal Joseph Ratzinger (se «perdió» entre la Nunciatura y la Secretaría de la Conferencia Episcopal, al ponerse enfermo el Card. Christoph Schönborn, arzobispo de Viena). En ella, Ratzinger decía que «muchos problemas que se debaten públicamente en Austria tienen sus raíces en una doctrina unilateral cuando no falsa sobre la Iglesia, que se remite sin razón a los textos del Concilio Vaticano II y prácticamente no tiene en cuenta la dimensión teológica». En esa misma carta, Ratzinger alentaba -como había hecho el Papa durante su última visita a Austria- a continuar con el diálogo; pero señalaba que «el diálogo no significa poner en tela de juicio la doctrina de la Iglesia, sino que es preciso entenderla mejor mediante la oración y la búsqueda en común para ponerla en práctica». El diálogo no puede ser fructífero si no reposa en «el firme fundamento de la fe de la Iglesia».

Las posturas de los obispos ante las conclusiones del «Diálogo para Austria» fueron dispares. Mons. Andreas Laun, obispo auxiliar de Salzburgo, fue el único que pocos días después de finalizar la reunión habló claramente de «tendencias cismáticas muy peligrosas» y rechazó la forma en que se llevó a cabo el diálogo. La gran mayoría de los obispos decidieron, sin embargo, asumir las «propuestas» y presentarlas en Roma, durante la visita ad limina que tuvo lugar del 14 al 21 de noviembre, como un anexo al informe de la Conferencia Episcopal sobre la situación de la Iglesia en Austria en los últimos cinco años.

El Papa, en el discurso que dirigió el 20 de noviembre a los obispos austriacos, dijo que «la Iglesia de vuestro país no puede caer en la tentación de replegarse en sí misma para ocuparse de cuestiones sociológicas en lugar de entusiasmarse por la gran unidad católica: la comunión universal es comunión de Iglesias particulares en torno al sucesor de Pedro».

Sobre las peticiones del «Diálogo para Austria» dijo: «Ninguna ‘base’ puede decidir sobre la verdad. La verdad no es producto de una ‘Iglesia de base’, sino un don que viene de lo alto, de Dios». «A pesar de que se vuelve a discutir de nuevo, como si se tratara tan sólo de una cuestión disciplinar, la Iglesia no ha recibido del Señor la autoridad para conferir la ordenación sacerdotal a las mujeres». «Los laicos no deben considerar a la Jerarquía como un modelo obsoleto de estructura eclesial».

El mensaje del Papa, clarísimo, no fue, sin embargo, el centro de la atención de la visita ad limina. Los medios de comunicación destacaron la discusión producida entre Mons. Kurt Krenn, obispo de St. Pölten, a quien en el informe de la Conferencia Episcopal se acusaba de haber alejado a muchos fieles de la Iglesia con su actitud, y otros obispos que le contradijeron en público por su reacción. La Conferencia Episcopal fijó una sesión extraordinaria para el 9 de diciembre, a fin de intentar resolver los problemas internos y poner en práctica las indicaciones que ha dado el Papa. La reunión concluyó sin una declaración pública de los obispos sobre los acuerdos a que pudieran haber llegado.

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