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Se pone fin a 1.500 años de cisma

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Juan Pablo II y el Patriarca asirio de Oriente, Mar Dinkha IV, firmaron una Declaración cristológica común que pone fin a quince siglos de separación entre las dos Iglesias, originada por la herejía nestoriana.

La declaración no supone la unidad total, pues permanecen algunos puntos en la doctrina, sacramentos y estructura de la Iglesia que serán estudiados por una comisión mixta. Sin embargo, de las palabras pronunciadas por el Papa y el Patriarca se deduce con claridad que el acercamiento es definitivo.

El origen de este cisma cristiano se remonta a la predicación del obispo Nestorio, de Constantinopla, quien afirmó que María es madre de Cristo, pero no madre de Dios, negando en definitiva la divinidad de Cristo. El Concilio de Éfeso, del año 431, rechazó la doctrina de Nestorio, proclamó las naturalezas humana y divina de Cristo, y ratificó la maternidad divina de la Virgen María.

En la declaración conjunta se afirma, entre otros puntos, que «nuestro Señor Jesucristo es verdadero Dios y verdadero hombre, perfecto en su humanidad y perfecto en su divinidad. (…) Tal es la única fe del misterio de Cristo que profesamos». Las controversias del pasado, añade el texto, produjeron anatemas, «pero hoy el Espíritu del Señor nos ayuda a comprender mejor que las divisiones estaban provocadas, en gran parte, por malentendidos».

La herejía nestoriana fue asumida en el año 486 por la Iglesia asiria de Oriente, que cuenta hoy con unos cuatrocientos mil fieles regidos por un Patriarca. Están presentes sobre todo en Irán, Irak, India, Siria, Líbano y algunos territorios de la ex Unión Soviética.

El Papa afirmó durante la audiencia general del miércoles 9 de noviembre, a la que asistió el Patriarca, que se trata «de una de las más antiguas y venerables Iglesias de Oriente: la lengua que usa en su liturgia es la más cercana a la lengua en la que se expresaba Jesús». Juan Pablo II alabó también el heroísmo de los fieles de la Iglesia asiria («perseguidos y masacrados durante siglos por profesar el nombre de Cristo») y aseguró que la Santa Sede intensificaría sus contactos con gobiernos y organismos internacionales para que cesen las persecuciones, a las que aún hoy están sometidos esos cristianos que viven en Oriente Medio.

El Papa puso de relieve asimismo que la búsqueda de la unidad entre los cristianos no significa uniformidad. Por tanto, las tradiciones propias, incluso muchas diferencias en expresiones teológicas que no afecten al contenido de la fe, no sólo no impiden la unidad sino que constituyen una herencia que hay que preservar.

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