Rezar por los judíos sin ofender a nadie

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Al dar la noticia del levantamiento de la excomunión a los obispos cismáticos lefebvrianos, algunos la han presentado como si Benedicto XVI hubiera hecho suyas posturas contrarias al Vaticano II y, sobre todo, como si apoyara o tolerara las tesis negacionistas sobre el holocausto judío expresadas hace poco por uno de esos obispos.

Radio Vaticano se adelantó a precisar que se trataba de “posiciones personales, que no pueden compartirse, y que no afectan ni mucho menos al Magisterio pontificio y a las posiciones de la Iglesia solemnemente enunciadas en varias ocasiones”.

En un artículo publicado en L’Osservatore Romano, su subdirector Carlo Di Cicco, replica a quienes acusan a Benedicto XVI de desvirtuar con esta decisión el Vaticano II.

Precisamente, aclara el diario vaticano, la revocación de la excomunión debe entenderse como un gesto que se enmarca en el espíritu del Concilio Vaticano II. “La reforma del Concilio no se ha aplicado totalmente, pero ya está tan consolidada en la Iglesia católica que no puede entrar en crisis por un gesto magnánimo de misericordia. Inspirado, además, en el nuevo estilo de Iglesia promovido por el Concilio que prefiere la medicina de la misericordia a la de la condena”, explica el subdirector.

Todavía no hay plena comunión

El levantamiento de la excomunión no termina el cisma de Lefebvre, aclara el diario. “Con ella, el Papa quita pretextos para infinitas polémicas, afrontando de lleno el auténtico problema: la aceptación plena del magisterio, incluido obviamente el Concilio Vaticano II”.

“La revocación de la excomunión no significa todavía la plena comunión -añade Di Cicco-. El camino de reconciliación con los tradicionalistas es una opción colegial ya conocida por la Iglesia de Roma y no un gesto repentino e imprevisto de Benedicto XVI”.

Asimismo considera que es injusto decir que el Papa “no está convencido del camino ecuménico y del diálogo con los judíos. Los compromisos estratégicos de su pontificado están a la luz del sol y cada uno de los actos pastorales y de magisterio avanzan claramente en la aplicación de la estrategia anunciada en el momento de su elección”.

Oración por los judíos

Otra cuestión -en este caso, litúrgica- que ha suscitado protestas por parte de algunos rabinos tiene que ver con el texto del Oficio de Pasión del Viernes Santo según el misal de 1962, autorizado para su uso “extraordinario” por Benedicto XVI. En él se reza por los judíos, pidiendo que “el Señor Dios nuestro ilumine sus corazones para que reconozcan a Jesucristo”. Esto ha llevado a algunos líderes judíos a decir que la Iglesia no abandona su voluntad de convertir a los judíos, y de que en estas condiciones es imposible el diálogo.

En unas declaraciones a la agencia Zenit, el padre Michel Remaud, director del Instituto Cristiano de Estudios Judíos y de Literatura Hebrea de Jerusalén, hace algunas precisiones al respecto.

Para el padre Remaud, la cuestión es la siguiente: “El cristiano que expresa su fe utilizando las fórmulas del Nuevo Testamento, ¿debe ser acusado de voluntad de conversión cuando dialoga con los judíos?”.

“Es una oración ‘universal’ por toda la humanidad -explica Remaud-. El oficio propio de ese día incluye una larga serie de oraciones en las que se encomienda a Dios a todas las categorías de creyentes (también a los no creyentes) que integran la humanidad”. Y añade que “hasta 1959 se rezaba, entre otras intenciones, en latín, pro perfidis iudaeis”. Pero, “incluso después de la supresión hecha por Juan XXIII del adjetivo pérfidos, la oración siguió empleando fórmulas que se podían considerar hirientes para los judíos”.

De modo que la autorización de Benedicto XVI para usar este antiguo misal con la fórmula enmendada se usó por primera vez en la liturgia del Oficio de Pasión del Viernes Santo de 2008.

Antes de dar su autorización, Benedicto XVI pidió otra modificación, “prohibiendo incluso a quienes usan a título excepcional el misal anterior al Concilio, volver a utilizar ya estas expresiones”. “Paradójicamente -hace notar el experto-, es justamente la decisión de corregir una fórmula, juzgada inaceptable y utilizada por un número muy restringido de católicos [una vez al año], lo que ha suscitado toda esta indignación”.

El padre Remaud destaca que “todo el debate suscitado por esta decisión se ha concentrado en una palabra que no figura en el texto, la de conversión“, y que “pedir a Dios que ilumine los corazones es una cosa, y presionar a la gente para intentar convencerla es otra. La diferencia es más que de matiz”.

Por eso plantea este interrogante “más fundamental”: Si el cristiano considera a Jesús como “el Salvador de todos los hombres”, y expresa esta convicción en su liturgia, ¿se le puede impedir el diálogo con quienes no comparten su fe?

El texto íntegro de la oración modificada por Benedicto XVI en 2008 dice así: “Recemos por los judíos. / Que el Señor Dios nuestro ilumine sus corazones para que reconozcan a Jesucristo, Salvador de todos los hombres. / Oremos. / Dios omnipotente y eterno, tú que quieres que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad, concede propicio que, al entrar la plenitud de los pueblos en tu Iglesia, todo Israel se salve. / Por Cristo Nuestro Señor. / Amén”.

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