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Retorno del gran alivio

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La llamada de Juan Pablo II a buscar la reconciliación con Dios con motivo del Jubileo no ha caído en saco roto, incluso en países donde la práctica del sacramento de la Penitencia ha estado muy abandonada. Bajo el título Retorno del gran alivio, recoge Ellen van Dalen en el diario Trouw del 22 de diciembre un reportaje sobre la revitalización de la Confesión en Holanda durante el año jubilar.

«Hago trabajo de voluntariado y tengo cuatro hijos. Desde que me convertí al catolicismo la primavera pasada, me confieso por lo menos una vez al mes. Es una petición del Papa. Confesarme me mantiene vigilante. Una mirada atrás y te acusas de lo que no fue bien. Me da más paz que solo rezar. Siempre recibes una respuesta a través del sacerdote. Así sé que mis pecados han sido perdonados. Rezar es solo pedirlo». Así habla Inge Lit (42) de Rotterdam, y Marit Kramer (19) cuenta que se animó a confesarse con frecuencia al ver a los millones de jóvenes que lo hacían en Roma en la Jornadas Mundiales de la Juventud. Y siguen los testimonios de otros jóvenes que confiesan a Ellen van Dalen por qué se confiesan.

Kees Stam, párroco de la iglesia de San Miguel y San Clemente de Rotterdam, cuenta su experiencia. «La práctica de la confesión ha aumentado en un 150%, gracias a la insistente llamada de Juan Pablo II. Yo empecé en mi iglesia explicando en una homilía que en esta ciudad existía la posibilidad de confesarse. En muchas iglesias se dejaron hojas con una invitación a hacerlo. La publicación cuatrimestral De Boog dedicó un número al tema con sugerencias para prepararse bien. Incluso hubo jornadas de estudio para sacerdotes con el fin de aprender los detalles más sutiles de esta labor, y a modo de impulso extra algunos obispos enviaron cartas a sus parroquias».

«En Tilburgo -explica el decano de los sacerdotes, Dré Brouwers-, nos reunimos las iglesias católicas a raíz de la carta del obispo para ver cómo podíamos revitalizar la práctica de este sacramento. Querer es una cosa, pero había que poner los medios. Concluimos que el sacerdote no tenía que levantar el índice con aire amenazador sino ser comprensivo, tomarse el tiempo para escuchar, atreverse a dar un consejo, si es necesario pedir asesoramiento a colegas, pero teniendo en cuanta la confidencialidad».

Kees Stam destaca que este año han pasado muchos jóvenes por el confesonario. Lo mismo han notado Norbert Schnell, de la catedral de Utrecht, y Chris van del Ploeg, rector de Onze Lieve Vrouwekerk de Amsterdam, iglesia donde, para preparar el Jubileo del año 2000, se propusieron como meta llegar a 2000 confesiones, meta que se ha superado con creces. Ambos trabajan en ambientes universitarios y advierten que hay jóvenes que han descubierto la confesión y la practican.

En el mismo reportaje, el sociólogo Meerten ter Borg explica este fenómeno diciendo que los jóvenes siguen las modas y ahora han optado por el confesor en vez recurrir al psicoterapeuta. Pauline Averdijk (20) sale al paso de tal tesis: «No somos gente blanda, sino que tenemos los dos pies en el suelo. No necesitamos terapia». Pauline acude a los encuentros para jóvenes en el centro parroquial de Baarn, Het Trefpunt, y sus compañeros también se confiesan. Uno de ellos, Michel Pauw, afirma a modo de colofón: «Lo que es una suerte es que cada vez puedes empezar de nuevo».

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