Nuevos ataques contra cristianos en Pakistán e India

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Nasir Masih, católico paquistaní de 26 años, fue asesinado a mediados de agosto por odio a la religión cristiana, según informó el episcopado de Pakistán a la agencia Fides. Masih murió como consecuencia de la paliza que le dio un grupo de extremistas musulmanes, entre los que figuraban seis policías. Según la organización Christian Solidarity Worldwide, la policía ha amenazado al abogado de la familia, desaconsejándole que denuncie el caso.

El asesinato de Nasir Masih es el tercero que se produce en Pakistán en los últimos meses como consecuencia de la violencia contra los cristianos, respaldada de hecho por la ley sobre la blasfemia y por la actuación de algunos maestros extremistas de las escuelas coránicas. Acciones similares se han registrado también en India, en este caso por obra de extremistas hindúes. El 28 de agosto fue asesinado en Thuruthiparambu, una localidad del Estado de Kerala, el párroco Job Chittiappilly, de 71 años. El sacerdote, que se encontraba en su casa rezando el rosario, había recibido amenazas por su acción pastoral. Pocos días antes, un grupo de radicales hindúes atacó una parroquia en Raikia, en el Estado de Orissa, destrozando el sagrario, las imágenes y causando seis heridos. La policía estaba presente en las inmediaciones pero no intervino. Otros dos sacerdotes fueron heridos, uno de gravedad, en sendos atentados que tuvieron lugar en Kubbu (Estado de Jharkhand).

Según John Dayal, dirigente de la asociación All Indian Catholic Union, que agrupa a dieciséis millones de católicos indios, las organizaciones occidentales por los derechos civiles se interesan poco por la violencia contra la libertad religiosa en India. En declaraciones a Asia News, Dayal ha subrayado que la situación ha mejorado desde que el BJP (partido político de inspiración hindú) no está en el gobierno: «Hay menos muertos que antes, pero sigue la violencia contra las personas y los ataques contra edificios de culto».

En la alocución que siguió al Angelus del 29 de agosto, Juan Pablo II hizo una referencia a las «persecuciones y duras pruebas» a las que «también hoy» están sometidos los creyentes en algunas partes del mundo «por su adhesión a Cristo y a su Iglesia». Glosando la vida de San Juan Bautista, cuya memoria se celebraba ese día, el Papa tenía presentes sin duda a las más de cien víctimas documentadas, de cuarenta países, que se han producido en lo que va de siglo XXI.

Junto al extremismo musulmán e hindú, y a la persecución que todavía se mantiene en los regímenes comunistas, un caso particular lo presenta Colombia. En los últimos años, un obispo, varios sacerdotes, seminaristas y laicos han sido asesinados por causa de su testimonio cristiano y acción en defensa de la justicia y los derechos humanos. Pero es África el continente que ha visto más víctimas: muchas de ellas, pastores que «no quisieron abandonar a sus comunidades a la hora de la guerra, aun sabiendo lo que les esperaba», según sintetiza Gerolamo Fazzini, codirector de la revista «Mondo e Missione».

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