Moscú: consagrada la mayor catedral ortodoxa del mundo

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Edificada por los zares, dinamitada por Stalin y reconstruida en tiempos de Yeltsin, la catedral de Cristo Salvador en Moscú quiere ser el símbolo del renacimiento espiritual y nacional de Rusia. Aunque aún no está terminada, la que será la mayor catedral ortodoxa del mundo ha sido ya consagrada el 7 de enero, fecha de la Navidad ortodoxa. La ceremonia tuvo lugar en una Misa celebrada por el patriarca de Moscú Alexis II, con la asistencia del presidente Yeltsin y del alcalde de la capital, Yuri Loujov, los tres artífices del proyecto.

La primera piedra de la catedral se colocó hace justo un año. Desde entonces tres mil obreros trabajan en turnos de día y noche en la obra. La rapidez con la que se está procediendo da pie para hablar de «milagro», por el contraste con la lentitud habitual de los trabajos públicos en Rusia. La catedral y los servicios anejos ocupan un espacio de cinco hectáreas. La construcción aún no está terminada y la consagración tuvo lugar en medio de andamios. Los obreros siguen trabajando en la gran cúpula y otras cuatro más pequeñas, que serán recubiertas de oro fino gracias a un donación de 50 kilos de lingotes de la banca privada Stolitchny.

Para el Patriarca Alexis II, la catedral es una «manifestación del renacimiento espiritual de Rusia». La antigua catedral, concebida en agradecimiento a Dios por haber salvado a Rusia de la invasión napoleónica, se empezó a construir en 1837 y fue inaugurada en 1883, en presencia del zar Alejandro III. Stalin ordenó su destrucción en 1931, para edificar en su lugar un monumental Palacio de los soviets. Pero por problemas de la inestabilidad del suelo y por la segunda guerra mundial, el proyecto no llegó a realizarse. En los años 60, Kruschev hizo construir en su lugar una gigantesca piscina al aire libre. En 1994, se tomó la decisión de reconstruir la catedral en el mismo emplazamiento, a orillas del Moskova y a pocos pasos de los muros del Kremlin.

Si para Alexis II la catedral es un símbolo del renacimiento religioso y un acto de reparación por la destrucción pasada, los políticos ven también en ella una manifestación del resurgir nacional. Así lo confesaba Boris Yeltsin: «La reconstrucción de este lugar sagrado hace renacer en la gente la creencia de que Rusia se elevará como esta catedral». No han faltado críticas a esta concepción de la catedral como símbolo del resurgir de Rusia como gran potencia ni tampoco al coste del proyecto. Pero la construcción sigue imparable, con la idea de que la catedral pueda «funcionar» en 1997, año en que se celebrará el 850 aniversario de la fundación de Moscú.

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