Las huellas del demonio

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El teólogo francés René Laurentin es entrevistado en Le Figaro (París, 27-IV-95) con motivo de su último libro -Le démon, mythe ou réalité? (Fayard)-, que recoge investigaciones sobre la actuación del demonio en el mundo actual.

– Una parte de la Iglesia tiende hoy día a poner en duda la existencia del demonio. En cambio, usted insiste en la realidad del demonio y en su retorno. ¿Por qué?

– Mi libro detalla estas dudas, pero, examinando a fondo las cosas, el demonio ocupa un lugar indudable, aunque marginal, en la revelación. El Antiguo Testamento lo descubrió a tientas. Cristo no se limitó a hablar sobre él: el primer milagro de su vida pública en Galilea es un exorcismo, y sus exorcismos le dan tanta fama como sus milagros.

(…) He trabajado con cincuenta exorcistas activos de diez naciones que me han pedido que sea su consejero teológico. He visto con qué seriedad, con qué precauciones y comprobaciones evitaban sugestionar lo más mínimo a sus clientes. No ven al diablo por todos lados; y me he sorprendido (como ellos) al comprobar la similitud entre las reacciones de los poseídos actuales y los del Evangelio. Pues en los rarísimos casos de posesión diabólica, el demonio a veces se esconde, pero bajo la presión del exorcismo, o ante la proximidad de la Eucaristía o de un frasco de agua bendita -incluso ocultos-, reacciona en el poseído de una manera a veces violenta, lo que obliga a prever la ayuda de una persona fuerte.

– ¿Hay que identificar a Satanás con el mal, o piensa que el mal es la consecuencia de los actos de Satanás?

– El mal no es algo, como piensan muchos de mentalidad maniquea. No, el mal no es nada; es un defecto, un vacío, una carencia que mutila a quien afecta. Algunos teólogos extrapolan, y afirman: «El demonio es el mal, luego no es nada, es la nada». Pero, igual que un pecador degradado por el mal y por su odio sigue siendo un ser humano, el demonio, aunque degradado por haber preferido su soberbio narcisismo al amor de Dios, sigue siendo una persona comprometida en el mal, el odio y la destrucción. (…)

– ¿Piensa usted que el «rock», al que consagra una buena parte del libro, es una forma de satanismo?

– El rock, no. Pero ha habido infiltraciones satánicas en él totalmente intencionadas. Varios cantantes de rock se han consagrado a Satanás y lo han celebrado, de manera oculta o patente. A veces han sido recompensados con un gran éxito, pero a menudo han terminado suicidándose, porque Satán no tiene amigos, sólo esclavos. En el libro explico la génesis de sus infiltraciones, sus manifestaciones en los cantos -a veces himnos satánicos-, y en acciones que, en casos extremos, han provocado hecatombes . (…)

– ¿Entre la Edad Media y nuestra época, ha evolucionado Satanás?

– Satanás, no. Es un espíritu puro. Un espíritu puro no evoluciona, pero se adapta a la evolución de los hombres. La palabra diablo procede del griego diabolos que significa el que divide. El demonio encuentra siempre el modo de dividir, a todos los niveles: familias, empresas, naciones, e incluso Iglesias. Sus tentaciones originan (con la complicidad humana) la división, el odio, la guerra, la destrucción, las perversiones que desintegran al hombre y a la sociedad. Al no poder ser creador en el orden del ser (que está reservado a Dios), el demonio se hace creador en la anonadación, como decía mi maestro Maritain. Quien lea mi libro comprenderá que ahí hay un misterio no sólo filosófico, sino concreto y cotidiano. Tentación no es una palabra vana.

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