La Santa Sede publica un directorio sobre piedad popular

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¿Tiene todavía sentido besar una imagen sagrada, encender una lámpara votiva, hacer una peregrinación a un santuario o colgar un cuadro de la Virgen en la sala de estar? A estas y a otras preguntas similares responde el «Directorio sobre piedad popular y liturgia» que acaba de publicar la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos. La finalidad del documento es precisamente ayudar a distinguir las genuinas manifestaciones de religiosidad popular de otras expresiones contaminadas o espurias.

El punto de partida de los principios y orientaciones que recuerda este organismo vaticano es considerar la piedad popular como un «tesoro de la Iglesia». Basta pensar, si no, «en el empobrecimiento que la ausencia del Rosario o del Via Crucis supondría para la historia de la espiritualidad cristiana de Occidente», según observó el cardenal Jorge Medina, prefecto de la Congregación, durante la presentación del Directorio.

Una de las claves para valorar las devociones populares es su relación con la liturgia. La piedad popular no debe sustituir a la liturgia, que tiene en la Misa y en los sacramentos su momento culminante, del mismo modo que la liturgia no elimina las otras formas legítimas de expresar la fe en Cristo. El documento dice que ya el Vaticano II había subrayado que la vida espiritual no se limita a la participación litúrgica, pero precisó al mismo tiempo que las prácticas de devoción pública o privada se deben inspirar en la liturgia y deben conducir a ella. «La piedad popular no se agota en sí misma, sino que tiene la función de preparar el corazón y el espíritu a recibir la gracia divina que se concede a través de la celebración litúrgica del misterio de Cristo».

En realidad, el Directorio no propone nuevas normas sino que recuerda los principios teológico-litúrgicos ya existentes. «Si las acciones sacramentales son necesarias para vivir en Cristo -afirma el texto-, las formas de la piedad popular pertenecen por el contrario al ámbito de lo facultativo, pero esta preeminencia no se puede entender en términos de exclusión, contraposición, marginación». En palabras de Juan Pablo II, «la piedad popular no puede ser ni marginada ni tratada con indiferencia o desprecio porque es rica en valores y ya de por sí manifiesta la actitud religiosa de cara a Dios».

Corresponde a los pastores de la Iglesia ayudar a descubrir la relación de tales prácticas «con la fe y la vida en Cristo», habida cuenta de que las manifestaciones de piedad popular a veces contienen elementos de origen pre-cristiano. Al mismo tiempo, el documento precisa que no se puede exigir que cada devoción manifieste la plenitud de la Revelación.

Junto a los principios, el Directorio repasa las prácticas de piedad del pueblo cristiano tomando como referencia precisamente las festividades del año litúrgico. Se habla de la devoción a la Virgen, a los ángeles, santos y beatos, los sufragios por los difuntos y las peregrinaciones y otras manifestaciones de piedad en los santuarios.

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