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La Santa Sede confirma que la exclusión del sacerdocio femenino es irrevocable

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La Congregación para la Doctrina de la Fe, que preside el cardenal Joseph Ratzinger, precisó en una nota oficial que la doctrina según la cual la Iglesia no tiene la facultad de conferir la ordenación sacerdotal a las mujeres, que fue expuesta de modo definitivo en la carta apostólica Ordinatio Sacerdotalis, de Juan Pablo II (22 de mayo 1994), «pertenece al depósito de la fe», es decir, forma parte de la doctrina revelada.

La nota, que es la respuesta a una duda planteada sobre esta cuestión, dice textualmente: «Esta doctrina exige un asentimiento definitivo porque, fundada en la Palabra de Dios escrita y constantemente conservada y aplicada en la Tradición de la Iglesia desde el comienzo, ha sido propuesta infaliblemente por el magisterio ordinario y universal (cfr. Conc. Vaticano II, const. dogm. Lumen Gentium, 25, 2). Por tanto, en las circunstancias actuales, el Sumo Pontífice, en el ejercicio de su propio ministerio de confirmar a sus hermanos (cfr. Lc, 22,32), ha propuesto la misma doctrina con una declaración formal, afirmando explícitamente lo que se debe conservar siempre, en todo lugar y por todos los fieles, en cuanto que pertenece al depósito de la fe».

La respuesta está fechada el 28 de octubre y fue publicada, con la aprobación del Papa, el 18 de noviembre. El día de su difusión, la Congregación para la Doctrina de la Fe adjuntó una glosa explicativa en la que recuerda que la relevancia de la carta apostólica Ordinatio Sacerdotalis quedaba de manifiesto en el mismo texto del documento, donde el Papa afirma: «con el fin de alejar toda duda sobre una cuestión de gran importancia, que atañe a la misma constitución divina de la Iglesia, en virtud de ministerio de confirmar en la fe a los hermanos, declaro que la Iglesia no tiene en modo alguno la facultad de conferir la ordenación sacerdotal a las mujeres, y que este dictamen debe ser considerado como definitivo por todos los fieles de la Iglesia» (nº4).

La Congregación subraya que el carácter infalible de esta doctrina no deriva de esa declaración formal del Pontífice, sino del hecho de que se trata de «una doctrina que ya poseía la Iglesia». El Papa no proclama un dogma, sino que explicita lo que ya está contenido en la verdad revelada, vivido por la Tradición y expresado por el Magisterio de la Iglesia. La expresión de una doctrina infalible no necesita de una proclamación solemne.

La glosa pone de relieve que la publicación de la carta apostólica ha tranquilizado a muchas conciencias, que se habían dejado arrastrar por la inseguridad en este punto. Al mismo tiempo, afirma que se han manifestado también ciertas perplejidades por parte de algunos, que no aceptan la existencia de una autoridad doctrinal o que piensan que la exclusión del sacerdocio es un acto de violencia contra la mujer o un impedimiento al ecumenismo. Después de salir al paso de esas objeciones, concluye precisando que «la Iglesia no encuentra la fuente de la propia fe y de la propia estructura constitutiva en los principios de la vida social del momento histórico», sino que «tiene la conciencia de ser portadora de una fidelidad superior a la que está ligada».

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