La modernidad y los creyentes

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Extracto de una entrevista a Fabrice Hadjadj publicada en la revista Huellas (1).

La modernidad ha generado una gran incertidumbre, ha dado al hombre certezas falsas, ¿por dónde pasa el camino para reconstruir la certeza?

– Es cierto, la modernidad ha propuesto varias certezas falsas. Podemos afirmar que lo que ha marcado de forma negativa la modernidad es una especie de ruptura, pero se trata de una ruptura que tiene muchos aspectos positivos. Ha transformado en valores algunos elementos esenciales del cristianismo. Pienso, por ejemplo, en la libertad humana, la justicia social, la dignidad de la persona, el hombre que asume toda la responsabilidad de su propia vida (…)

¿De qué tentación deben cuidarse más los creyentes de hoy?

–Si miramos las tres tentaciones de Jesús en el desierto, vemos que las tres están ligadas entre sí: existe siempre el riesgo de pasar de una fe sólo material a una descarnada (el espiritualismo), o a una fe que confunde carne y espíritu. Me cuidaría mucho de la tentación diabólica de perseguir la gloria humana más que la divina. Un ejemplo es creer servir a la Iglesia haciendo propaganda de estilo publicitario, olvidando que el fin no es conseguir clientes, sino encontrar personas.

No comparto la nueva evangelización preocupada solamente por las tecnologías digitales: éstas pueden sernos útiles, pero no son esenciales. El cristianismo no es una técnica de comunicación sino una vida de comunión basada en el encuentro con una Persona, Cristo. Y, por tanto, la mejor “técnica” será siempre ir de dos en dos a encontrarse con las personas físicamente: no es casualidad que todos los sacramentos supongan la proximidad física. Desde el momento en que los sacerdotes se centran en las preocupaciones tecnológicas, hemos perdido de vista la esencialidad de los sacramentos (…)

Si tuviera que contar a un “ateo” lo que está viviendo, ¿de qué partiría?

– Pienso que, ante todo, es necesario evitar las etiquetas. Es muy difícil definirse “ateo”. Pero si alguno se definiera así, para ser coherente no debería divinizar nada en lugar de Dios, ningún otro ídolo: dinero, técnica, comunismo… Hoy en día está de moda decir “soy ateo”, “soy homosexual”, etc… Nadie dice: “soy un hombre”. Lo importante para el creyente es comprender que ante él tiene siempre a un hombre. Uno que está como yo expuesto al pecado y a la muerte y que tal vez es un poco menos consciente del Misterio. Pero, como yo, es alguien rodeado por un desconocido. Antes de ponernos a discutir con un “ateo”, hay que sentir y vivir esta fraternidad humana: ¿sois capaces de reír juntos?, ¿y de cantar juntos? Sólo a partir de ese momento podremos dialogar. Los cristianos dicen que no hay que acostarse con una chica antes de haber hecho todo el recorrido del noviazgo, y sin embargo al mismo tiempo existen cristianos que dicen que habría que discutir con el ateo sin pasar por un periodo de “noviazgo”: es una contradicción total.

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Notas

(1) Huellas, 6 (2011). Disponible en http://huellas.tracce.it/default.asp?id=422&id_n=2495

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