La lucha por la libertad y la verdad van unidas

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Tras recordar los profundos cambios políticos que hace dos decenios transformaron Europa, el Papa se preguntó cuál es el objetivo de la libertad entonces conquistada. “El deber de reforzar las ‘estructuras de libertad’ es fundamental, pero no es suficiente”, advirtió. “La libertad busca un objetivo y por ello requiere una convicción. La verdadera libertad presupone la búsqueda de la verdad -del verdadero bien- y, por tanto, encuentra su propia perfección precisamente en conocer y hacer aquello que es recto y justo”.

Apeló a la responsabilidad de los líderes -en el campo religioso, político o cultural- para “comprometernos en la lucha por la libertad y la búsqueda de la verdad: las dos cosas van juntas, mano a mano, o juntas perecen míseramente”.

Esto es más necesario en “la actual encrucijada de la civilización, con frecuencia marcada por la escisión de la unidad de bondad, verdad y belleza, y por la consiguiente dificultad para encontrar un consenso sobre los valores comunes”. Para encontrarlos es indispensable la búsqueda de la verdad universal, por encima de los intereses particularistas.

Quizá saliendo al paso de la objeción de quienes temen que hablar de verdad equivale a imposición y uniformidad, Benedicto XVI aclaró: “La búsqueda de la verdad, lejos de amenazar la tolerancia de las diferencias o el pluralismo cultural, hace posible el consenso y permite al debate público mantenerse lógico, honesto y responsable, asegurando aquella unidad que las vagas nociones de integración simplemente no están en grado de realizar”.

La verdad vence con la persuasión

Aludió al lema de la bandera del Presidente de la República Checa -“Veritas vincit”- para recordar que “al final, la verdad vence, no con la fuerza, sino gracias a la persuasión, al testimonio heroico de hombres y mujeres de sólidos principios, al diálogo sincero que sabe mirar más allá de los intereses personales, a la necesidad del bien común”.

Reconoció que “la historia ha demostrado ampliamente que la verdad puede ser traicionada y manipulada en servicio a falsas ideologías, a la opresión y a la injusticia”.

Pero invitó a no dejarse acobardar por estos peligros. “Al final, ¿qué cosa es más inhumana y destructiva que el cinismo que quisiera negar la grandeza de nuestra búsqueda de la verdad, y del relativismo que corroe los valores mismos que sostienen la construcción de un mundo unido y fraterno? Nosotros, por el contrario, debemos adquirir confianza en la nobleza y grandeza del espíritu humano por su capacidad de alcanzar la verdad, y dejar que la confianza nos guíe en el paciente trabajo de la política y la diplomacia.”

Europa como “casa”

“Para los cristianos -afirmó Benedicto XVI- la verdad tiene un nombre: Dios. Y el bien tiene un rostro: Jesucristo”. Esta fe cristiana ha jugado un papel decisivo en la herencia espiritual y cultural de Chequia y de todo el continente europeo.

Aquí el Papa evocó la idea de Europa como “casa”, como patria espiritual. “Europa es más que un continente. ¡Es una casa! Y la libertad encuentra su significado más profundo en el ser una patria espiritual. En el pleno respecto de la distinción entre las esferas política y religiosa -distinción que garantiza la libertad de los ciudadanos de expresar su propio credo religioso y de vivir en sintonía con él- deseo remarcar el insustituible papel del cristianismo para la formación de la conciencia de cada generación y para la promoción de un consenso ético de fondo, al servicio de toda persona humana que llama a este continente ¡»casa»!

El calificativo de la bella capital, Praga, como “corazón de Europa”, le llevó a preguntarse en qué consiste este “corazón”, y señaló un indicio en las joyas arquitectónicas de la ciudad. “La estupefaciente belleza de sus iglesias, del castillo, de las plazas y de los puentes no puede sino orientar hacia Dios nuestras mentes. Su belleza expresa fe; son epifanías de Dios que justamente nos permiten considerar las grandes maravillas a las que nosotros, criaturas, podemos aspirar cuando damos expresión a la dimensión estética y cognoscitiva de nuestro ser más profundo. Qué trágico sería si se admiraran tales ejemplos de belleza, ignorando el misterio trascendente que ellas indican.”

Esta visión, “sensible a la presencia de Dios entre nosotros”, afirmó el Papa, “al plasmar el patrimonio cultural de este continente, ha puesto claramente a la luz que la razón no termina con aquello que el ojo ve, es más, es atraída por aquello que está más allá, aquello que nosotros profundamente anhelamos: el Espíritu, podemos decir, de la Creación.”

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