La inculturación y el retorno de los brujos

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La Iglesia católica propugna la inculturación de la fe, con el respeto a las tradiciones de los pueblos indígenas. Pero los rápidos cambios que están teniendo lugar en estos pueblos hacen que mantener las antiguas tradiciones pueda ser considerado una postura inmovilista por las nuevas generaciones. Este es un problema presente entre los mayas de Guatemala, según cuenta el misionero Ferrán Carbonell en la revista Madre y Maestra (Madrid, octubre 2002)

La Iglesia católica predica los derechos humanos, la inculturación, el respeto a las antiguas tradiciones de los mayas, incorpora las lenguas indígenas a la liturgia, y hay apertura total para el ingreso al sacerdocio y a la vida religiosa sin limitaciones de raza, color o condición social. Las muchachas indígenas visten como hábito religioso su propio vestido típico. Se cantan los Salmos en lenguas autóctonas cuando se reúnen en el coro, y se estudia la cultura de cada etnia. Claro que hay exageraciones y radicalismos -como en cualquier parte del mundo-; pero es indudable el despertar indígena de las nuevas generaciones con el apoyo y la bendición de la Iglesia.

Pero ha aparecido un problema serio, que podríamos llamar «el retorno de los brujos», con vuelta las supersticiones, a costumbres no cristianas, con verdaderas apostasías de catequistas católicos, que ahora se autodenominan «sacerdotes mayas». Y es doloroso que aquél o aquél otro que, aunque estaban entre nosotros no eran de los nuestros, se han ido del catolicismo y han abandonado a Cristo por los dioses mayas.

(…) Y, si pasamos al aspecto espiritual, hay cambios rapidísimos, imposible de ser asimilados sensatamente por las viejas y nuevas generaciones, provocando luchas entre posturas inmovilistas y ansias de renovación total.

Me encuentro con el dilema de celebrar la Santa Misa en «mam» para los adultos, o en «castilla» para la juventud. ¿Cómo coordinar eso sin problemas? Asisten juntos a los actos litúrgicos; pero ambas generaciones reclaman el derecho a ser los protagonistas y los organizadores. Porque en nuestra Guatemala, gracias a Dios, la juventud es el motor de las parroquias católicas, tanto en los ambientes indígenas como en los que hay mayoría mestiza o ladina (blanca). ¿Cómo pueden aceptar los jóvenes ritos ancestrales con sacrificio cruento de animalitos, regando sangre, quemando libras de incienso-copal-pom, y larguísimas oraciones en lenguas desconocidas para ellos?

Los sacerdotes mayas de estas costas del Pacífico son mayoritariamente de habla kiché y hacen los ritos en su lengua. Luego deben traducirlo al «castilla»; y por fin, traducirlo al «mam» o al «tzutuhil». Esto es inaceptable para jóvenes que estudian Primaria, Secundaria, Bachillerato o Magisterio, usan calculadoras solares para sacar sus raíces cuadradas o tantos por ciento, dejan a un lado la música tradicional de la marimba y tararean la última melodía de Julio Iglesias hijo o machacan en un horroroso inglés la gimnasia musical de Michel Jackson. Intentar coordinar cosas tan distintas de las dos generaciones suena a locura.

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