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La Iglesia no solo abre su puerta a los “perfectos”

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En un artículo publicado en Le Monde (4-02-09), el arzobispo de París explica la mano tendida por el Papa a los lefebvrianos como un intento de reconducirlos a la unidad, que no está exento de condiciones.

“El Papa tiene la misión de velar por la unidad de la Iglesia. Ni Juan Pablo II ni Benedicto XVI podían resignarse a esta deriva cismática que arrastra a este camino desviado a gente de buena voluntad. Y han tratado de restablecer esta unidad antes de que las situaciones cristalicen”.

Recuerda que en el momento del cisma de Oriente y de la Reforma hubo espíritus clarividentes que, movidos por su amor a la Iglesia, intentaron evitar las rupturas y no lo consiguieron. “Teniendo en cuenta las lecciones de siglos pasados y conscientes de su responsabilidad particular, Juan Pablo II y Benedicto XVI, para evitar un cisma duradero, han abierto las puertas a unos y a otros. Hasta el momento, pocos las han franqueado. La decisión de Benedicto XVI es una nueva oportunidad que se ofrece a la fuerza de la comunión sobre las fuerzas de la división”.

Luego André Vingt-Trois comenta algunas de las reacciones que ha provocado esta decisión del Papa. “La emoción ha dado lugar a sorprendentes declaraciones que invitaban a la Iglesia a condenar y a excluir… Yo no me sentiría a gusto en una Iglesia que no abriera sus puertas más que a los perfectos. Pienso que muchos hombres y mujeres que han sido llamados por Cristo a llevar una vida nueva no eran gente muy recomendable. Me alegra que mi Iglesia sea lo bastante fuerte como para llamar a la conversión. Esta apertura de la Iglesia no es nunca una aprobación del mal cometido. Es siempre una llamada a la conversión”.

Después se pregunta a qué vienen tantos miedos como se detectan en ciertas reacciones. “Los fantasmas de la ‘marcha atrás’, los de una traición al concilio Vaticano II, que han sido agitados como peligros inminentes, ¿nos ayudan realmente a comprender la situación y a vivirla? Lo dudo.”

Advierte que el movimiento litúrgico, el ecumenismo, las investigaciones bíblicas y patrísticas, han enriquecido la vida cristiana de todos. “Lo que ha surgido del concilio no es otra Iglesia, es la Iglesia católica con toda su tradición, rejuvenecida y revigorizada. Interpretar el concilio como una ruptura que habría engendrado otra Iglesia, ¿no es precisamente hacerle el juego a quienes niegan a la Iglesia conciliar el derecho a asumir la tradición y que se presentan como los defensores en exclusiva de ella frente a todos?

“Si algo debemos de temer -continúa el arzobispo- no son los riesgos que una minoría de católicos harían correr a la vida de la Iglesia, a su dinamismo y a su misión. Es más bien que nuestra timidez y nuestra lentitud hagan desfallecer el dinamismo de la fe”.

“A los que le recriminan su generosidad, el dueño de la viña les responde: “Has de ver con malos ojos que yo sea bueno?” (Mateo 20, 15).”

Ahora que se les ha abierto la puerta, se trata de ver hasta qué punto los seguidores de Lefebvre están dispuestos a aceptar el Vaticano II. La mano tendida por Benedicto XVI no está exenta de condiciones. “Si hemos de creer a algunos discursos ampliamente difundidos en Internet, cierto número de miembros de la Fraternidad San Pío X no están dispuestos a reconocer la tradición eclesial en el Concilio Vaticano II ni la misa que celebran el Papa y la totalidad de los obispos católicos.” También se espera que los que niegan el holocausto judío rectifiquen realmente y acepten las relaciones de respeto y estima entre católicos y judíos.

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