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La Iglesia anglicana, dispuesta a aceptar el matrimonio religioso de divorciados

publicado
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La Iglesia de Inglaterra se prepara para aceptar que los divorciados puedan volver a contraer matrimonio religioso. Esta es la propuesta contenida en un informe que será debatido en todas las diócesis antes de ser sometido al Sínodo anglicano el año próximo.

Como ya ocurrió en otros casos en que la Iglesia anglicana cambió su postura, la propuesta se presenta como una acomodación del ideal cristiano a la realidad. Por una parte, se asegura que el matrimonio sigue siendo sagrado y para toda la vida; por otra, es preciso acomodarse a la triste realidad, en este caso el creciente número de rupturas matrimoniales y el deseo de no pocos divorciados de volver a casarse en la Iglesia; en consecuencia, se propone facilitar sus deseos, con algunas limitaciones para no dar la impresión de que se abandona pura y simplemente la indisolubilidad.

El obispo de Winchester, Rev. Michael Scott-Joynt, presidente del comité redactor del informe, reconoce que la creencia cristiana de que «el matrimonio es para toda la vida» responde a la en señanza de Cristo. Pero, «aunque todo el mundo se casa para siempre, la realidad es que muchas parejas se rompen y su situación debe clarificarse».

El informe, titulado El matrimonio religioso tras el divorcio y presentado como un «documento para el debate», se aparta explícitamente de la doctrina de la indisolubilidad matrimonial, al afirmar: «No mantenemos la idea de que cuando un matrimonio ha fracasado por completo, sigue subsistiendo como en la sombra; creemos que puede decirse en sentido literal que dos personas vivas estuvieron casadas y que ya no lo están. No creemos que cada matrimonio cristiano persista hasta la muerte de uno de los cónyuges, independientemente de la separación o el divorcio».

La Iglesia anglicana no quiere dar la impresión de que toma a la ligera el matrimonio, así que pone algunas condiciones para admitir a los divorciados a una segunda boda en la iglesia. De una parte, ha de haber transcurrido el tiempo suficiente para que los divorciados «hayan recuperado la estabilidad emocional y el buen juicio» necesarios para casarse. No se fijan plazos, sino que se deja a juicio del párroco. De otra, no podrán ser admitidos si «la base del nuevo matrimonio es un acto de infidelidad que contribuyó a la ruptura del primer matrimonio», es decir, la nueva pareja debería ser ajena a la ruptura original. También ha de asegurarse de que el divorciado cumple «sus obligaciones con su cónyuge ante rior y sus hijos», de modo que el nuevo matrimonio no les cause un daño moral o económico.

Algunas reacciones subrayan que, puestos a ser realistas, es bastante frecuente que la nueva pareja tenga algo que ver con la ruptura anterior, o que no es sencillo que un divorciado vuelto a casar pueda atender bien las obligaciones económicas y familiares derivadas del matrimonio anterior; y que las razo nes para admitir un segundo matrimonio podrían invocarse también para un tercero.

Aunque parece improbable que el Sínodo rechace la propuesta, que puede convertirse en doctrina oficial antes de dos años, ya se han elevado voces críticas dentro del anglicanismo. El Rev. David Holloway, miembro destacado de la corriente evangélica, ha declarado que la propuesta «devalúa el matrimonio. Va a provocar que se rompan más matrimonios porque la gente sabrá que puede dejarlo y volver a casarse en la iglesia. Pienso que la Biblia es bastante clara en sus enseñanzas sobre el matrimonio y el divorcio. Jesús impresionó a sus discípulos con su estricta doctrina y sin embargo era la persona más compasiva».

Más lejos de Roma

Aunque la doctrina anglicana ha mantenido hasta ahora la indisolubilidad del matrimonio, de hecho en los últimos tiempos no pocos párrocos han admitido al matrimonio a divorciados. Y en 1998, los obispos de la Iglesia de Gales, que pertenece a la Comunión anglicana, permitieron ya el nuevo matrimonio de los divorciados. Los británicos tienen una de las tasas de divorcio más altas de Eu ropa, y en 1996 el 40% de todos los matrimonios del país (contando también los matrimonios civiles) incluían un divorciado.

Este nuevo cambio en la Iglesia anglicana le alejará aún más de la Iglesia católica, que sigue defendiendo el matrimonio indisoluble y no admite a la comunión a los divorciados que se vuelven a casar civilmente. Precisamente en su discurso al Tribunal de la Rota Romana el pasado día 21, Juan Pa blo II volvió a revalidar que «la Iglesia sostiene, por fidelidad a la palabra de Jesucristo, que no puede reconocer como válida una nueva unión, si era válido el primer matrimonio». Por eso, advirtió, las de claraciones de nulidad que hacen los tribunales eclesiásticos, especialmente por defectos del consentimiento matrimonial, «no pueden estar en contraste con el principio de la indisolubilidad».

Los católicos divorciados que vuelven a casarse civilmente siguen formando parte de la Iglesia. Se les anima a que participen en la vida de la Iglesia mediante el sacrificio de la Misa, la oración, la educación cristiana de los hijos y la práctica de las obras de caridad. Pero no se les admite a la comunión eucarística, porque están en una situación que con tradice objetivamente la ley de Dios. Además, ha escrito Juan Pablo II, «si se admitiera a esas personas a la Eucaristía, los fieles serían inducidos a error y confusión acerca de la doctrina de la Iglesia sobre la indisolubilidad del matrimonio» (Familiaris consortio, n. 84).

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