La huella de un mensaje

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El centenario del beato Josemaría Escrivá en la prensa
El centenario del fundador del Opus Dei, Josemaría Escrivá de Balaguer (1902-1975), está siendo ocasión para que se ponga de relieve su mensaje. En Roma se ha celebrado un congreso internacional con el título «La grandeza de la vida corriente» (ver servicio 5/02), que expresa el núcleo de sus enseñanzas. También la prensa de distintos países ha prestado atención al aniversario, que se cumplió el 9 de enero. Ofrecemos una selección de artículos y declaraciones publicados estos días.

El Card. Christoph Schönborn, arzobispo de Viena, centra su comentario en la aportación que puede hacer la espiritualidad del beato Escrivá a la solución de los problemas actuales en el ámbito del trabajo (Die Presse, 8-I-2002).

«Aunque el trabajo nos pertenezca como algo existencial, existe respecto a él cierto desasosiego. No sólo por la forma como se explotan extensiva y brutalmente los recursos materiales y espirituales en muchos países, sino también al contemplar el mundo del trabajo aparentemente cada vez más deshumanizado en las sociedades ricas. El trabajo profesional se ve amenazado por medidas de ahorro, despidos y reajustes; somete a las personas a tal presión que no queda espacio libre para la familia y para el desarrollo personal. Para muchos, el trabajo significa estrés y sobrecarga.

»La respuesta a la pregunta «¿Para qué todo esto?» ha quedado sin sentido para nosotros. En la práctica, la hemos sustituido por un pragmatismo que, echando mano de las «teorías sobre la gestión», ha invadido también la vida diaria: lo que legitima el trabajo es el éxito. A falta de una norma objetiva, tomamos por éxito lo que es percibido como tal por los demás (dinero, carrera)».

Espiritualidad del trabajo

Ante el riesgo de deshumanización en el ámbito laboral, Schönborn destaca el mensaje del beato Josemaría Escrivá, al que define como «uno de los más influyentes maestros modernos de la espiritualidad del trabajo. No sólo porque reconoció con nueva sabiduría que cada uno puede participar, desde su lugar y desde su trabajo por irrelevante que parezca, en la obra de la creación y de la salvación, algo que muchos vieron durante mucho tiempo reservado al clero. También vio con claridad que el trabajo no es un castigo de Dios.

»En sus textos, Escrivá nos echa una mano para que recuperemos la «unidad de vida», cuya pérdida es en tantos casos la causa del desasosiego que acabamos de describir. «Una hora de estudio, para un apóstol moderno, es una hora de oración», leemos en su principal obra, Camino (n. 335). El trabajo no debe «devorar» a los hombres. De lo que se trata hoy es de humanizar el trabajo. Y esto sólo se logrará si introducimos en él a Dios y al horizonte último dando sentido a la vida.

»Si el sentido del trabajo residiera en el «éxito» entendido como mera autorrealización, quedaría de hecho sin sentido. De ahí la importancia que Escrivá dio siempre a las «profesiones de servicio» (la enfermería, las labores del hogar, el trabajo social, etc.). O, tal como lo formuló el intelectual alemán Hans Thomas: «El cristiano trabaja en primer lugar para servir, y sólo en segundo lugar para ganar dinero. Esto último da al trabajo su valor económico, y lo primero le da dignidad humana».

»La humanización del trabajo es de esta forma una consecuencia y no una premisa para su santificación. ¿Pero se puede ser santo hoy día? Si bien todo cristiano convencido debería responder afirmativamente a esta pregunta, Escrivá nos invita a hacerlo así quizá más que otros, al concretar audazmente que, incluso en medio de la calle, en la monotonía de lo cotidiano, y precisamente en el mundo del trabajo cada uno puede siempre y en todas partes proponerse este fin».

Terapia para un mundo enfermo

Un libro publicado en Alemania con motivo del centenario del beato Josemaría Escrivá (Josemaría Escrivá. Profile einer Gründergestalt, Adamas, Colonia) recoge varios artículos, algunos de ellos testimoniales, de personas que tuvieron contacto con el fundador del Opus Dei o que han estudiado su vida y obra. Entre los autores se encuentran los cardenales Joachim Meisner, Leo Scheffczyk y Johannes Joachim Degenhardt; el ex alcalde de Aquisgrán Kurt Malangré, o el dominico Wolfgang Ockenfels, catedrático de Ciencias Sociales Cristianas en la Universidad de Tréveris. La obra está editada por el arquitecto y sacerdote César Ortiz Echagüe, ex vicario regional del Opus Dei en Alemania.

En su artículo, el Card. Joachim Meisner, arzobispo de Colonia, escribe: «Los santos como terapia para un mundo enfermo. Este es el fin que Escrivá tiene en vista, y para conseguirlo el Opus Dei pretende tender una mano a sus miembros y amigos. De manera elocuente, la primera obra de Escrivá lleva el título Camino. Él no quiere presentar un sistema o una teoría. Él ve su misión en proporcionar una ayuda firme en el camino hacia la santidad. Una y otra vez une este camino hacia la santidad a Jesucristo Dios y hombre, pues santidad no significa otra cosa más que imitarlo, seguirlo.

»Todos los carismas verdaderos que hay en la Iglesia son regalos del Espíritu Santo que ayudan a la Iglesia a afrontar los retos que su misión le plantea en un momento concreto. A través de la prelatura del Opus Dei, Josemaría Escrivá ha dejado a la Iglesia avisos concretos de cómo se puede avanzar concretamente en el camino hacia la santidad, de cómo los cristianos pueden cumplir su misión en el mundo».

Sentir con la Iglesia

En el mismo volumen, el Card. Johannes Joachim Degenhardt, arzobispo de Paderborn (Alemania), señala: «El fundador del Opus Dei quiso siempre y en todo ser solidario con la Iglesia de Cristo. Eso lo entendía como sentire cum Ecclesia. No quería difundir ninguna doctrina que no fuera aquella que la Iglesia enseña a todos los fieles. Lo único especial que posee el Opus Dei es su propio espíritu, es decir, una manera concreta de vivir el Evangelio, de santificarse en el mundo y de actuar apostólicamente a través del trabajo. (…) Con el Concilio Vaticano II, el fin del Opus Dei se se ha convertido en doctrina oficial de la Iglesia católica. Según la doctrina del Concilio, la misión de los laicos abarca por igual a Iglesia y mundo».

Y Mons. Kurt Koch, obispo de Basilea (Suiza), subraya otro aspecto: «El objetivo principal y los esfuerzos apostólicos del beato Josemaría Escrivá consistieron en que todos los bautizados lleven una vida contemplativa, pero en medio de las realidades profanas del mundo secular. (…) Para promover una vida santa en medio de las realidades terrenas, Escrivá no fundó precisamente una nueva orden, sino redescubrió el sacerdocio de todos los fieles y lo revitalizó con todas sus fuerzas, en un tiempo en el que esto no era en ningún modo natural. Es imposible explicar este redescubrimiento del sacerdocio de los bautizados sin tener en cuenta su visión del sacerdocio ministerial, que está completamente al servicio del sacerdocio de todos los fieles, precisamente porque ambos tienen el mismo fin».

La experiencia de una dirigente indigenista

Por su parte, Rosalina Tuyuc, dirigente indigenista y diputada del Congreso de Guatemala, se refiere a la huella de Josemaría Escrivá en su país (Prensa Libre, 27-XII-2001).

«Tengo la estampa con una oración dirigida a Dios y una breve biografía del beato. Me la regaló mi hermano Eleobardo, párroco de Santiago Atitlán, junto con un libro de homilías: Es Cristo que pasa. ¡Cuántas veces he visto esta estampa en las manos de un catequista del altiplano o en las de una joven maya, junto al comal de un hogar de Comalapa, o clavada en la pared de adobe en casas campesinas de Sololá o del Quiché! Un hijo mío estudió en Kinal y ahora un sobrino estudia allí, en el Instituto de la zona 7, junto al relleno sanitario. En [el centro de formación profesional] Kinal, que promovió el beato Josemaría, encuentro siempre verdadero afán de servicio, respeto y acogida cordial.

»Si los que nos llamamos cristianos viviéramos el Evangelio como enseña el beato Josemaría, ¡otro gallo cantaría en Guatemala! Leo en sus homilías: «No hay más que una raza en la tierra: la raza de los hijos de Dios».(…) En esta Guatemala nuestra que decimos pluriétnica y multilingüe, porque lo es, nos viene muy bien escuchar el mensaje claro de un sacerdote santo que predicaba así: «Es necesario repetir una y otra vez que Jesús no se dirigió a un grupo de privilegiados, sino que vino a revelarnos el amor universal de Dios»».

Algo semejante escribe Mary Agboli en el diario nigeriano The Guardian (9-I-2002): «Escrivá enseñó que no tenemos necesidad de buscar lo raro o lo extraordinario. Más bien, nuestras circunstancias y deberes ordinarios son medios de servir a Dios y a los hombres, y, en consecuencia, de alcanzar el cielo. (…) Como hijos de Dios, podemos cooperar plenamente con Dios para construir un mundo mejor. (…) El mensaje de la grandeza de la vida corriente, tal como lo enseñó Escrivá, puede ser vivido por cada uno de nosotros y transmitido a nuestra familia y amigos. Esta es la respuesta para transformar la sociedad y crear un mundo más justo y pacífico».

Primero, la oración

El semanario canadiense Western Catholic Reporter (14-I-2002) señala en un editorial que «Escrivá y el Opus Dei (…) están en el centro de uno de los mayores logros del Concilio Vaticano II: una clara teología del laicado. El Opus Dei está comprometido con la doctrina de que todo laico, en virtud de su bautismo, está llamado a participar en la transformación del mundo con el espíritu del Evangelio».

Esto implica una perspectiva hondamente cristiana del trabajo, como precisa el editorial. «Escrivá llevó una vida de entrega total a Dios. Fue una vida de generosidad, sencillez, fortaleza ante la persecución y piedad profunda. Rezaba varias horas al día y encontraba maneras de convertir en oración todos los momentos ordinarios de la jornada, desmintiendo la idea de que el Opus Dei está formado por adictos al trabajo. Solía decir: «El arma del Opus Dei no es el trabajo: es la oración. Por eso convertimos el trabajo en oración y tenemos alma contemplativa». Mientras veía el telediario rezaba con intensidad y encomendaba al Señor los acontecimientos que allí se mostraban».

El pensamiento de Josemaría Escrivá ha influido en personas de culturas muy diversas, como lo revela este comentario del Card. Paul Shan, obispo de Kaohsiung (Taiwán), a propósito de la obra Camino (Christian Life Weekly, 6-I-2002).

«Camino», leído en Taiwán

«Desde que descubrí este pequeño libro (Camino), lo he usado con frecuencia en mi oración. No es sólo una guía para alcanzar las alturas de la espiritualidad cristiana. También constituye una guía sobre cómo los cristianos debemos amar a nuestra Madre la Iglesia. De hecho, aunque los puntos del librito tratan diferentes aspectos de la vida del cristiano -oración, mortificación, presencia de Dios, humildad, pobreza, etcétera- todos ellos conducen en último término al amor por la Iglesia».

El cardenal cita el punto 338 de Camino («Hoy, con la extensión y la intensidad de la ciencia moderna, es preciso que los apologistas se dividan el trabajo para defender en todos los terrenos científicamente a la Iglesia. Tú… no te puedes desentender de esta obligación»). Y comenta: «Me parece que esto resulta muy relevante en nuestros días, cuando la Iglesia debe pronunciarse sobre cuestiones que fácilmente pueden confundir a creyentes y no creyentes. La clonación, la investigación con células madre, la eutanasia. Todos, clérigos y laicos, piden un pronunciamiento sobre estos temas a la luz de la Revelación divina. Ahora bien, no podemos dejar sola a la Iglesia a la hora de abordar estas tareas. Las palabras del beato Josemaría al respecto resuenan en nuestros oídos recordándonos la necesidad de estudiar con el fin de difundir la verdad y defender a la Iglesia».

Cambio de clima

En torno al centenario de Josemaría Escrivá, la prensa italiana se ha fijado en el cambio del clima de opinión con respecto al Opus Dei. Giacomo Galeazzi (La Stampa, 9-I-2002) recuerda la interpelación parlamentaria presentada en 1986, que motivó una investigación oficial. Se acusaba al Opus Dei, escribe el periodista, de ser «una masonería dedicada a acumular poder y una secta regida por normas secretas», por lo que se reclamaba «la intervención represiva del Estado» y «la aplicación de la ley de 1962 contra las logias ocultas». «Pese al pluralismo en las opciones económicas y políticas de los miembros del Opus Dei -anota Galeazzi-, han hecho falta años para que se disipe la niebla de las sospechas y quede evidente la verdadera naturaleza de la Obra, que no es una asociación, sino una prelatura personal, es decir, una institución eclesiástica, parte integrante de la estructura de la Iglesia universal».

A eso mismo alude el político italiano Giulio Andreotti (Avvenire, 9-I-2002). «En pocos decenios la Obra se ha consolidado prodigiosamente (…). Y a dar la medida de este éxito contribuye también la comprobación de las furiosas polémicas que el mundo (y, digámoslo claramente, el diablo) siembra para desacreditar al Opus Dei. Tuvimos incluso en el Parlamento italiano un debate en el que el honorable [Oscar Luigi] Scalfaro [entonces ministro del Interior] desde los escaños del gobierno logró destruir admirablemente la campaña hostil. Como desquite histórico, el Estado italiano ha emitido ahora, para el centenario del nacimiento de Escrivá, un sello de correos especial, del que ha tirado cinco millones de ejemplares».

Andreotti se refiere también a la popularidad del fundador, tomando pie del decreto, promulgado en diciembre pasado, en que la Santa Sede declara la autenticidad de un milagro atribuido al beato Escrivá, lo que abre la puerta a la próxima canonización. «Según exige el procedimiento canónico, la santidad del Padre ha sido avalada con la confirmación de milagros comprobados. Pero hay algo que va más allá de estos cuidadosos escrutinios: la vox populi, es decir, la opinión ya consolidada de la inspiración divina que movió al genial fundador y que está ampliando la dimensión e intensidad de su proyecto. Los que parecen asustados de la supuesta secularización creciente de la sociedad contemporánea pueden confortarse pensando que -sin menoscabo de otras figuras carismáticas- en el siglo XX han vivido Josemaría Escrivá, el padre Pío de Pietrelcina y la madre Teresa de Calcuta. Ciertamente, Dios no ha muerto».

También el arzobispo emérito de Viena, Card. Franz König, sostiene que las sospechas contra el Opus Dei han quedado atrás. En una entrevista de Ricardo Estarriol (La Vanguardia, 21-XII-2001) dice, refiriéndose al pasado: «Lo que entonces predicaba Escrivá era una novedad absoluta, pero, a pesar de que estas ideas se encuentran hoy en los documentos del Magisterio de la Iglesia, la recepción continúa siendo lenta. Como siempre, cuando surge algo nuevo, inmediatamente aparece cierto escepticismo. La gente se pregunta: «¿Qué quieren?, ¿quiénes son?, ¿qué es lo que hay detrás?» (…) No es fácil imponerse a la gente que tiende a las dudas negativas. Se requiere tiempo y paciencia. Y el Opus Dei ha experimentado en su propia carne lo que esto significa, hasta que ha encontrado su lugar en la Iglesia». Hoy la situación es distinta: «Ya no hay protestas y voces negativas, gente que diga: «Lo que el Opus Dei hace no puede hacerse así», o «es demasiado cerrado». Estas cosas han pasado. El pensamiento del fundador está empezando a cuajar».

Además, «la canonización significará que Escrivá pertenece al tesoro de la Iglesia y que forma parte de la multitud de los santos». El Card. König, que conoció y mantuvo contacto con el fundador del Opus Dei durante el Concilio Vaticano II, afirma que «era un hombre que transpiraba una enorme grandeza de espíritu. Se interesaba por el concilio, supe que viajaba mucho y que estaba interesado por el apostolado de los laicos. Hablaba mucho de lo que sucedía en todo el mundo, y me di cuenta muy pronto de que allí había una Iglesia viva».

Aliento de los obispos

Muestra de que el Opus Dei es apreciado en la Iglesia es que numerosos obispos de distintos países han presidido celebraciones eucarísticas con motivo del centenario del fundador. Entre otros, se sumaron los prelados Tadeusz Kondrusiewicz (Moscú), Card. Jean-Marie Lustiger (París), Card. Joachim Meisner (Colonia), Card. Murphy O’Connor (Londres), Card. Antonio María Rouco (Madrid), Michel Sabbah (Jerusalén), Adrianus Simonis (primado de Holanda).

El arzobipo de Chicago, Card. Francis E. George, dijo en su homilía del 9 de enero que el beato Escrivá era «un hombre enamorado del Señor, al que reconocía en la fe como salvador nuestro y del mundo; un hombre que fue llamado por Jesús a predicar la palabra de Dios, a ser un pescador: un evangelizador». «La espiritualidad del beato Josemaría es un verdadero humanismo cristiano. Pues el Opus Dei respeta todos los ámbitos del empeño humano: la vida de la mente y la vida del corazón y la vida de las manos. Todo lo que se requiere para la clase de respeto que el trabajo mismo inspira es coherencia con la vocación personal: ver la propia llamada como vocación, como algo en lo que el Señor está íntimamente interesado, no algo aparte de la obra de nuestra salvación» (Catholic News Service, 16-I-2002).

El arzobispo de Edmonton (Canadá), Thomas Collins, señaló en la misa celebrada el 15 de enero que «estamos llamados a ser buscadores y aventureros espirituales en medio del mundo y, como tales, no debemos tener miedo sino ser audaces en la búsqueda de la santidad, como hizo el beato Josemaría» (Western Catholic Reporter, 21-I-2002).

Mons. Michael Neary, arzobispo de Tuam (Irlanda), escribe por su parte en Irish Catholic (3-I-2002): «En mi opinión, la fundación del Opus Dei significa una intervención decisiva de Dios en la vida y en el trabajo de muchas personas y de la Iglesia entera. La visión del beato Josemaría, en la que el trabajo consiste en «convertir la prosa en endecasílabos de verso heroico», continúa siendo un mensaje tan valioso como hace setenta y tres años. Si acaso, se necesita con incluso más urgencia en la actualidad».

Y más adelante añade: «Al celebrar este centenario del nacimiento de su fundador, pediría a los fieles del Opus Dei, y a todos los que se benefician de su formación, que no escondan esa luz en la que se han convertido en Cristo, y que con ella iluminen al mundo: este mundo que tanto lo necesita. Que animen a toda la gente a aprovechar los medios de comunicación que se nos presentan hoy día para hablar a este mundo de las cosas de Dios, y así plantar la semilla de la esperanza en una cultura que a menudo carece de ella».

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